Las odiseas peligrosas de los jóvenes que buscan «las Puertas del Paraíso»
Por Diana Pastor y Antonio Hernández
Algo debe andar muy mal en un país que permite que sus niños migren en busca de una vida mejor.
El libro Las puertas del paraíso, del escritor polaco Jerzy Andrzejewsk, narra la supuesta cruzada que un grupo de niños europeos emprende a Tierra Santa después de que uno de ellos tuviera una revelación divina. Al respecto, José María Guelbenzu dice: “El asunto de Las puertas del paraíso es que, en lo anecdótico, el mismo que el de La cruzada de los niños, de Marcel Schwob: la penosa expedición de niños hacia Jerusalén, imbuidos del espíritu de La Cruzada, que acabó entre enfermedades, raptos, esclavitud y muerte antes de llegar siquiera a los puertos mediterráneos”. Ochocientos años después, sin supuestos y sin exageraciones, esta es la misma situación que sufren miles de menores guatemaltecos que migran hacia Estados Unidos. Muchas niñas y niños, persuadidos por la idea de encontrar en ese país una vida mejor, se exponen al peligro y a la violencia, tanto en el trayecto como en su estancia.
Según datos del Instituto de Política Migratoria, en el 2016 fueron detenidos por agentes de la Patrulla Fronteriza en Estados Unidos unos 81 menores guatemaltecos por día, aproximadamente uno a cada 17 minutos. En los últimos años, Guatemala ha tenido un incremento alarmante de niños que migran hacia Estados Unidos. De acuerdo al Consejo Nacional de Atención al Migrante, ocho de cada 10 niños centroamericanos apenas supera los 12 años de edad y dos de cada tres viajan solos, muchos de ellos son guatemaltecos. Se trata de niños que toman la decisión de cruzar la frontera guatemalteca, atravesar todo México y llegar a este país del norte. También hablamos de niños que son obligados o convencidos por sus padres, quienes ya se encuentran como inmigrantes en Estados Unidos.
¿Qué clase de hechos o situaciones hacen migrar a un niño o niña quien en una situación normal debería estar pensando en ir a la escuela y jugar con sus amigos o sus hermanos? Según una investigación del Centro de Estudios en Género y Refugiados, la violación de derechos en un contexto de pobreza extrema, la discriminación étnica, de género o de cualquier otro tipo, la violencia y amenaza de violencia y la reunificación familiar son los principales factores determinantes para la migración de niños y adolescentes en Guatemala. Un dato interesante es que la gran mayoría de los niños y los adolescentes que migran de Guatemala son indígenas y tienen la intención de irse del país para siempre; aunque en el camino vean truncadas sus intenciones.
Según este mismo informe, la relación de los altos índices de violencia y el aumento de migración de niños y adolescentes guatemaltecos se evidencia en el que, los departamentos más violentos en el país son también los que tienen mayores niveles de migración (Guatemala, San Marcos, Huehuetenango, Quetzaltenango y Jutiapa). Lo peor del caso, es que los niños y niñas sufren de esta violencia dentro de sus propios hogares, y muchos de ellos no sólo sufren violencia física sino también sexual por parte de sus familiares. Entre 2003 y 2012, la violencia dentro de la familia aumentó más del 50%, y la mayoría de las víctimas fueron niñas y mujeres. La violencia asociada con las pandillas y el crimen organizado también ha aumentado y afecta desproporcionadamente a los jóvenes en Guatemala, así que no es de extrañar que los niños y los adolescentes huyan de la violencia en el hogar o escapen de la coacción para unirse a grupos violentos.
Los padres ven la migración como algo natural puesto que las condiciones de vida de sus lugares de origen son aún peores, más arriesgadas o más deprimentes que el irse a Estados Unidos como indocumentados. Sin embargo, aunque los padres sean conscientes de lo que el viaje implica, los menores no tienen un panorama de los riesgos, e incluso al igual que sus padres muchos de ellos ven que la migración constituye una posibilidad real para cambiar su vida. No obstante, los peligros a los que se exponen van desde el robo hasta la trata de personas, el trabajo infantil forzado, la servidumbre, la explotación sexual y el tráfico de órganos. También se exponen a morir durante el trayecto al cruzar el río o los desiertos, morir por asfixia al viajar en medios de transporte inadecuados como los camiones que llevan una gran cantidad de personas escondidas sin ventilación alguna o quedar mutilados por los peligrosos trenes de carga.
Los niños que logran llegar a Estados Unidos tampoco tienen una mejor situación. En años recientes, The Associated Press reportó que debido al incremento de menores inmigrantes, se colocaron a algunos de ellos en hogares donde fueron agredidos sexualmente, privados de alimentos u obligados a trabajar sin compensación. Muchos de ellos eran niños guatemaltecos, quienes han quedado a la deriva luego de ser capturados. Cabe resaltar que la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño (el mayor tratado en derechos de los niños y las niñas), no ha sido ratificado por USA a pesar de que este país participó activamente en su creación en Naciones Unidas.
Los niños que son deportados viven otro calvario: al ser repatriados por medio de la Secretaría de Bienestar Social (SBS) y la Procuraduría General de la Nación (PGN), regresan a sus hogares expuestos nuevamente a las condiciones de la que huían o se quedan en albergues que muchas veces no son adecuados para ellos.
A pesar de este panorama, no hay acciones claras de parte del gobierno guatemalteco para afrontar esta realidad. La respuesta de la ayuda internacional de Estados Unidos ha sido la puesta en marcha del Plan para la Prosperidad del Triángulo Norte, que abarca Guatemala, El Salvador y Honduras. Sin embargo, este plan ha sido cuestionado por algunos medios de comunicación como Plaza Pública que le ha clasificado como un “proyecto de élite” que más que buscar solución al problema de la migración “en el fondo no es más que un proyecto empresarial cuyos principales objetivos son impulsar y consolidar grandes inversiones privadas con la participación de los Estados.”
Después de que los niños son repatriados, el ciclo de pobreza y abandono continúan para ellos. A pesar de esto, miles de niños y niñas siguen intentando cruzar la frontera. La situación tiene una lógica simple para ellos: Guatemala les falló, el paraíso está en Estados Unidos, y ellos están dispuestos a cruzar la puerta para alcanzarlo.
Diana Pastor es la Editora de la Revista EntreMundos
Antonio Hernández ha trabajado por varios años con niños y jóvenes coordinando con diversas ONG’s. Uno de sus mayores ideales es construir un mundo mejor para las generaciones futuras.