La guerra en cinco letras: MUJER
Por Keren Escobar
Dicen que cuando la guerra comienza se escucha el llanto de un niño y al final el grito de una mujer, ese grito que surge al final, se calla y se impone el silencio hasta que no se puede esconder más.
Cientos de mujeres han vuelto a gritar:
15 mujeres q’eqchí originarias de Sepur en el Zarco, Izabal lograron que un tribunal nacional juzgara y condenara la esclavitud sexual como crimen de guerra, estas mujeres que durante seis años fueron violadas y maltratadas física, social y psicológicamente en los años 80′ por El Ejército Nacional de Guatemala, ganaron un juicio que es ejemplo a nivel mundial, su voz traspasó fronteras.
La Comisión para el Esclarecimiento Histórico CEH, registró 1,465 hechos de violación sexual, el 88.7% de las víctimas identificadas fueron mayas y el 35% fueron niñas. Hay que tener en cuenta con estas cifras que no todas fueron identificadas, muchas no testifican y algunas jamás aparecieron.
El caso de las mujeres de Sepur Zarco no es el único que ha llegado a tribunales para exigir justicia y denunciar los crímenes en contra de las mujeres. La voz de Myrna Mack activista y antropóloga guatemalteca fue silenciada por el ejército. En 1990 la asesinaron de 27 puñaladas, pues el estado la consideraba como “enemigo peligroso” por su trabajo de campo en las comunidades rurales desplazadas por la guerra. Pero el eco de la voz de Myrna lo heredo su hermana Helen Mack, ella en memoria de su hermana creo la fundación “Myrna Mack”, además de todo el trabajo social y activismo, su lucha incansable dio como resultado la condena histórica del coronel Juan Osorio como autor directo de la orden ejecutada del asesinato de Myrna, después de 12 años del crimen el grito de Helen Mack también es escuchado.
En un taller de memoria histórica Mayarí de León Gonzáles hablaba sobre la desaparición forzada y todo lo que va inmerso en hechos tan grotescos que surgen en la guerra y crean miedo, silencio y rencor, estos sentimientos alcanzan varias generaciones, ella por su parte ha decidido romper esa cadena:
“Cuando mataron a mi padre, lo que hicieron fue podar un árbol, después de su muerte seguimos con la Escuela y Casa museo Luis de Lión y estamos formando más artistas, durante 36 años de guerra perdimos mucho, como el valor de hablar, hemos perdido el sentido de comunicarnos entre nosotros, es importante hablar de memoria para ir tejiendo de nuevo una sociedad más comunicativa y sensibilizada, para no cometer los mismos horrores.”
El padre de Mayarí, Luis de Lión fue poeta, profesor y escritor guatemalteco. En 1984 fue secuestrado y asesinado por fuerzas de inteligencia armadas del Ejército de Guatemala.
Mayarí era adolescente cuando la guerra se vivía en Guatemala, ella en medio del shock y el dolor, tuvo que luchar contra el Estado, a quien demandó por el asesinato de su padre. Mayarí ganó el juicio en el 2005 y el Estado tuvo que reconocer el crimen, además el gobierno de Oscar Berger pidió perdón a la familia y obtuvieron un resarcimiento, que por cierto no fue cumplido en su totalidad. Mayarí sabe que como mujer la guerra ha significado dolor y lucha incansable, pero no más silencio. Ahora Mayarí está a cargo de una marimba surgida de la Escuelita de Luis de Lion, además de dar el recorrido en el museo y facilitar talleres cada vez que puede, en donde comparte el valor de alzar la voz, denunciar y actuar desde nuestros espacios de incidencia.
Las alas caídas fueron varias en los 36 años de guerra en Guatemala, no se puede medir ni etiquetar el sufrimiento que deja una contienda tan oscura, no se puede medir porque el dolor es arbitrario y en medio de este dolor la lucha de las mujeres ha empezado a germinar flores de esperanza, muchas mujeres actualmente aportan tiempo, experiencia y conocimiento a los procesos de paz y justicia restaurativa, la guerra la seguimos librando todos los días, como mujeres tenemos una batalla constante que peleamos, dialogando y repensado la sociedad, proponiendo un estructura social horizontal, respetando y aceptando la diversidad hermosa para no volver jamás, y para frenar ya las repercusiones de la guerra.