Mujeres Luchando por la Seguridad Alimentaria
Por: Angélica Clarita Sapón
San Martín Sacatepéquez, es un municipio de Quetzaltenango, conocido principalmente por el bello volcán y laguna de Chicabal. Es un pueblo con agradable clima frio, y con un 88% de población maya Mam. Aunque el municipio posee tierras fértiles y está situado en zonas de riqueza hídrica, éste presenta un alto porcentaje de niños y niñas menores de dos años con desnutrición crónica (según datos de Sistema Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional SINASAN el 53.1% de 835 niños) y desnutrición aguda, (no hay cifras exactas, pero en el 2018 un infante murió por dicha causa). La Secretaría de Planificación y Programación de la Presidencia SEGEPLAN, estima que la agricultura es la mayor actividad principal económica del municipio, sin embargo, se observa la intervención de intermediarios antes de llegar al consumidor final.
¿Qué quiere decir lo anterior? Que a pesar de que los agricultores tienen los medios para producir su alimento y obtener ganancias con la venta de sus productos, no pueden disfrutar de todo el esfuerzo de su trabajo al no poder vender directamente a la gente lo que cosechan. Esto, ha traído (además de la desnutrición) otras consecuencias, como la migración de muchos jóvenes hacia Estados Unidos. Como una situación típica en muchas áreas indígenas que tiene potencial para su autodesarrollo, este municipio no puede aprovechar sus recursos de manera completa.
Mi interés en San Martín Sacatepéquez y la nutrición comenzó el año pasado, cuando tuve la oportunidad de trabajar ahí llevando a cabo un proceso de desarrollo comunitario enfocado en la Seguridad Alimentaria Nutricional (conocido comúnmente como SAN). Como en la mayoría de comunidades a nivel nacional, San Martín cuenta con un Comité Comunitario de Desarrollo, COCODE. Según la Ley de Desarrollo Urbano y Rural en Guatemala, un COCODE es “el medio principal de participación de los guatemaltecos para llevar a cabo procesos de desarrollo en sus territorios”.
No obstante, muchos de los COCODES de San Martín han priorizado durante muchos años el tema de la infraestructura, que si bien es una cuestión importante eclipsa en gran medida otros temas de urgencia, como lo es la nutrición infantil. Sin una adecuada nutrición, los niños guatemaltecos no sólo presentan problemas de salud, sino también pierden la capacidad de desenvolverse con todo su potencial en el ámbito educativo. Algunas organizaciones no gubernamentales se dieron cuenta de este problema, y consideraron que no era suficiente el trabajo que se estaba realizando a nivel gubernamental para abordar la problemática.
A partir de ello, se crearon las Comisiones Municipales de Seguridad Alimentaria y Nutricional COMUSANES, que son comisiones municipales de seguridad alimentaria y nutricional. En estas comisiones, participa el COCODE, instituciones y organizaciones no gubernamentales relacionadas al tema, autoridades municipales y actores comunitarios clave como representantes civiles. Como resultado de la representación civil, se crearon los Comités Comunitarios de Seguridad Alimentaria y Nutricional, (COCOSANES). Sorprendentemente y a diferencia de experiencias en otras comisiones comunitarias, los actores clave de COCOSANES son mujeres en su mayoría (un 70%), lo cual no es algo tradicional dentro de los grupos que representan la organización comunitaria ¿Por qué en este caso se tuvo una experiencia diferente?
Dado el rol de las mujeres en Guatemala, ellas son quienes tradicionalmente se dedican al cuidado de la casa, cocinan y cuidan a los niños, por lo que para las comunidades resultó lógico elegirlas para que se involucraran en este comité. Sin embargo, no sólo bastaba que ellas se integraran en el comité para que funcionara: se necesitaba formación y capacitación para fortalecer la organización comunitaria, aumentar las capacidades técnicas de gestión y motivar la articulación de las distintas organizaciones comunitarias. Este proceso, fue promovido y financiado por organizaciones como SERJUS, ASECSA, Pastoral Social Cáritas Arquidiocesana.
Como al inicio de todo proceso la participación de las mujeres era poca; ellas escuchaban en silencio la información que se les proporcionaba en cada sesión. Los principales inconvenientes eran que ellas no dominaban bien el idioma español y que la mayoría era ajena a procesos previos de participación en sus comunidades. Sin embargo, al irse desarrollando las sesiones y conforme ellas iban adquiriendo conocimiento, el panorama dio un giro inesperado: se involucraron completa y activamente dentro del proceso, mostraron un interés superior por mejorar la situación de la alimentación de los niños y niñas, y comenzaron a participar con propiedad y apertura en las reuniones municipales de la COMUSAN.
Con esto no quiero decir que el proceso implementado haya sido milagroso y que por el solo hecho de haberlo recibido, las mujeres lograron comenzar a participar; más bien es el resultado de varios elementos que favorecieron el cambio, entre ellos la renovación de líderes comunitarios, la integración de la juventud a los procesos, y el grado de escolaridad de varias de las mujeres, lo cual creó un ambiente de cooperación y respeto por la participación de las mismas. Durante las reuniones, se les podía ver opinar, proponer, y hasta exigir a las autoridades municipales y las entidades del Estado que se cumpliera con lo establecido en las leyes que corresponden a la problemática relacionada con la seguridad alimentaria.
Casi en todos los municipios donde hay una COMUSAN, son las instituciones y las organizaciones que tienen presencia en el municipio las que toman las decisiones y marcan la ruta a seguir para combatir la desnutrición. Sin embargo, en el caso de San Martín es diferente: la incidencia y articulación de las COCOSANES son impulsadas desde el comité que integran las mujeres. Hasta ahora, uno de sus principales logros ha sido la aprobación de fondos municipales para llevar a cabo proyectos enfocados a disminuir la desnutrición, lo cual (a pesar de que es un mandato legal) está lejos de realizarse en otros municipios.
Sin embargo, más que los fondos económicos obtenidos, el gran logro constituye en la evolución participativa de las mujeres, el protagonismo que han adquirido a nivel de comisión y a nivel municipal, y su poder de gestión e incidencia. Esto ha generado que en el municipio se preste atención a temas similares; actualmente la población está exigiendo a las autoridades del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social, que provea los insumos necesarios a los puestos de salud y unidades mínimas que funcionan en las comunidades para brindar atención pronta y oportuna a quien así lo solicite. Aún queda un largo camino por recorrer para las mujeres en este municipio, pero el ejemplo de las COCOSANES, brinda esperanza no sólo para ellas sino para otras mujeres indígenas en Guatemala.