Dad al César y siempre a César: una reflexión sobre el aborto
Por Luis Enrique Morales
El aborto es un tema controversial. Incluso en países donde es legal. Comúnmente existen dos bandos: los que están a favor y los que están en contra. En lo personal, recuerdo que mis primeros contactos con el tema fueron a inicios de la secundaria. Una maestra de español contó historias de aborto clandestino. Ella detalló los lugares que eran comunes para nosotros. Meses más tarde, un compañero, en el curso de inglés, compartió que su madre lo quiso abortar, eso explicaba el daño en su ojo izquierdo. La teacher comentó, “esas cosas solo se hacen y si no resultan, a los hijos no se les cuenta”. La pregunta moral y política sobre el aborto surgía. Un año más tarde vi como la policía embargaba una clínica privada y apresaba a un médico. El diario oficial informó que fue arrestado por practicar el aborto clandestinamente. En sus declaraciones, el doctor dijo que la muchacha insistió, pues estaba desesperada, que el novio se había largado y sus padres jamás la apoyarían.
Recordaba esas cosas cuando un compañero portugués, del aula de sueco, me pidió salir a fumar. Tenía algo que contarme. Salimos. Me contó que estaba saliendo con una sueca. Ella estaba embarazada. Le felicité. Entonces el portugués ensimismado, angustiado, como cuando la juventud se va por la borda, me dijo: «eu não quero ser pai». Siguió contando, él había pedido que tirara el feto (fue así como lo dijo, en portugués) pero ella se negó. Claramente quería tenerlo. Le dije: «seu corpo, sua decisão». Tiro la colilla de cigarro con una desesperación tal. Sin pausa encendió uno más. Un poco nervioso y agitado por la ira, me reveló su plan. Su idea era llevarla a Portugal, a una playa escondida y asesinarla. Luego pondría piedras al cuerpo y tirarla al mar. Quedé pensativo un par de semanas. Cuando lo volví a ver estaba feliz, pues la había convencido de interrumpir el embarazo.
En otra ocasión, un colega africano me pidió prestado dinero. Comúnmente era para mandar a su familia. En esa ocasión era porque su novia estaba embarazada y por mutuo acuerdo abortaría. Me sorprendió, pues ambos eran muy cristianos. Se justificó. Él mantenía a sus dos hijos en África. También a su mamá, al hijo de su hermano y a su cuñada. El hermano era irresponsable. Su actual novia era madre soltera. Entonces, tener un hijo más era quitarle la ayuda a uno o dos muchachos en África. Ese era el motivo. ¿No se convierte el hijo abortado en un redentor? Y veía al cordero de Dios en la cruz. Pensaba en eso, mientras él terminaba la historia.
Estas fueron solo algunas historias que me vinieron en mente porque hace unos días, se aprobó el aborto en Argentina. Seguramente ello surge, porque la pregunta es una constante desde mi adolescencia. Parece ser algo que acontece y siempre ha acontecido. Como la seño* de español y sus historias, mi compañero con el ojo herido de por vida o el médico ajusticiado. Hay quienes lo buscan y hay quienes no lo quieren. Algunos lo buscan por necesidad, otros por desesperación, otros no lo buscan, pero lo encuentran, otros tienen miedo y no lo buscan ¿Qué hubiese hecho yo en lugar del médico? ¿Y si fuera la muchacha desesperada? Si hubiera sido el compañero portugués, ¿hubiera viajado a Portugal por desesperación para cometer un feminicidio? ¿Hubiera cedido para abortar si no quisiese? Si tuviera que mantener una familia en África o en Guatemala… ¿abortaría? Esas son preguntas metafísicas-morales, pero existe una diferencia entre la pregunta política y la metafísica-moral, como lo diría Darío Sztajnszrajber en la reunión informativa sobre la interrupción voluntaria del embarazo del 2018, en Argentina.
En aquel discurso, Sztajnszrajber, se refiriere al filósofo John Rawls y su libro Justicia como impunidad: política no metafísica. Él, sintetiza –muy bien y en casi siete minutos- la idea del libro, expresando que en el país gaucho se ha venido haciendo metafísica en vez de política. Que la decisión del aborto es una cuestión primero política y segundo individual. Además, quien quiera tiene el derecho a poder decidir, y quien no quiera, pues no. Ese discurso me hace pensar y me lleva de vuelta a Guatemala, porque existe una relación muy fuerte entre los cuerpos religiosos y la interferencia política. Comúnmente son ellos los que están en contra, aunque sean ellos mismos los que enseñan que la salvación es un asunto individual, de bondad y de dar al César lo que es del César. El cuerpo de Cristo también nos hace caer en el absurdo de creer que la legalización del aborto significaría que esto se cometería sin responsabilidad alguna y compulsivamente.
Existe un protocolo social, psicológico, religioso y económico previo a la interrupción voluntaria de la vida (esto se puede ver en la película Ninfomaniac II). Nuestras tendencias religiosas también nos hacen creer que la prohibición es la solución. ¿Qué se dice de todos los abortos realizados bajo condiciones inhumanas? ¿Cuántas niñas embarazadas y siendo madres? También es claro que es un acto que se ha dado y se seguirá dando, por eso prohibirlo es un absurdo. Considero que una aprobación requiere también de un plan de gobierno muy preciso, que respete la libertad, garantice la salud y con ello busque la igualdad. Porque, mientras aquella muchacha que corrió al doctor estaba en desventaja, el novio simplemente se desapareció y la familia brillaba por su ausencia. Ella estaba sola y nada le garantizaba que la clínica tenía las condiciones mínimas.
Por eso, hermanos míos, creo que es justo y necesario que abráis vuestras biblias en la Carta a los romanos capítulo catorce y versículo trece: «por tanto, dejemos de juzgarnos unos a otros. Más bien, propóngase no poner tropiezos ni obstáculos al hermano» y ahora, hermanos míos, pasad a Juan capítulo ocho y versículo siete: «y, como ellos lo acosaban a preguntas, Jesús se incorporó y les dijo: aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra». Ahora, id y sacad vuestras conclusiones.
Luis Enrique Morales nació en Quetzaltenango, Guatemala en 1989. Escritor, poeta y columnista. Egresado de la Universidad Galileo en 2012. Actualmente reside en Estocolmo, donde trabaja en docencia y al mismo tiempo, realiza estudios a nivel de posgrado en Ciencias de la Educación (Pedagogía) en la Universidad de Estocolmo.
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Imagen de portada: Providav Lugo