¿Cómo afecta el cambio climático la salud humana en Guatemala?
Fabio Cresto Aleína
Estamos todavía en medio de una pandemia sin precedentes, con nuevas y peligrosas variantes del virus COVID-19 todavía poco conocidas que aparecen continuamente, poniendo bajo constante presión los sistemas sanitarios de todo el mundo. Sin embargo, hay otros peligros conectados con enfermedades muy bien conocidas y estudiadas cuyas zonas de influencia se están expandiendo, afectando nuevas personas en nuevos lugares. Ejemplos en Centroamérica son, entre otras, las enfermedades de dengue, chikungunya, zika, chagas y leishmaniasis. ¿Sabía usted que estas enfermedades, están influenciadas por el cambio climático? ¿Cómo afectan los cambios de los patrones de lluvias y el incremento de las temperaturas la difusión de estas enfermedades?
El cambio climático está afectando y afectará ecosistemas y poblaciones de todo el mundo, incrementando en general la vulnerabilidad a peligros y riesgos antiguos y nuevos. Unos de estos riesgos están claramente conectados con la salud humana, ya que algunos determinantes ambientales pueden influir en la actividad de vectores necesarios para la transmisión de algunas enfermedades peligrosas, como confirman varios estudios científicos. Los vectores son, en general, organismos que pueden transmitir la enfermedad a otros individuos y son, por la mayoría, insectos. Muchos vectores, como todos los organismos vivientes, están adaptados a un clima en particular: si las condiciones climáticas cambian, los comportamientos de esos vectores cambiarán con ellas, modificando así la difusión de las enfermedades que transportan. Los datos proporcionados por el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social (MSPAS) reportan que en los últimos años se registraron en el País incrementos de casos de dengue y la aparición de enfermedades nuevas en Guatemala, como zika y chikungunya.
La enfermedad de chagas, característica del continente americano y endémica en Guatemala, es considerada una de las diez patologías desatendidas más importantes de la región y está conectada no solamente con el cambio de las condiciones climáticas, sino también con la deforestación. La enfermedad afecta en el mundo alrededor de siete millones de personas, sobre todo en zonas pobres de América Latina. La enfermedad es causada por un parásito que se transmite a los seres humanos principalmente por insectos (chinches o vinchucas). Carlota Monroy, científica de la Universidad de San Carlos de Guatemala dijo a la BBC lo siguiente en una entrevista recientes sobre esta enfermedad: “[…] como estamos destruyendo bosques, esas chinches van a tratar de sobrevivir y adaptarse a la vivienda humana, y si el humano le proporciona las condiciones adecuadas a la chinche y esta se reproduce, se da la transmisión. Generalmente la gente no asocia que la destrucción ambiental tiene que ver con que nosotros tengamos chinches en nuestras casas”. Después del huracán Katrina en Nueva Orleans, recuerda Carlota Monroy, las chinches trataron, al igual que los humanos, de sobrevivir al desastre y lo hicieron invadiendo las casas de las personas. ¿Consecuencias? Se documentaron casos de Chagas debido a este evento. El cambio climático puede asimismo acelerar este problema, a causa del incremento de fenómenos meteorológicos extremos (como los huracanes de gran intensidad).
Lamentablemente, una de las principales limitantes para comprender adecuadamente el riesgo del sector de la salud humana, es la falta de datos en el país. El MSPAS, según sus mismos asesores, maneja un enfoque de trabajo curativo, intentando atender a las enfermedades de la población cuando los enfermos ingresan al sistema hospitalario. En cambio, no se promueve la investigación de nuevas enfermedades o del incremento de enfermedades conocidas y sus causas. Por eso, en la forma en que el sistema de salud funciona en este momento en el país y para como están distribuidos los recursos, actividades de prevención no tienen alta prioridad. En contraste con esta política, la pandemia actual y sus repercusiones testimonian como políticas de prevención nunca han sido tan importantes como ahora. Si una pandemia como la del COVID-19 no era previsible, el cambio climático y sus efectos sí lo son.
El 25 noviembre de este año en la revista científica The BMJ Shengzhi Sun y colegas de los EE.UU. y de Canada publicaron un importante estudio en el cual describieron el impacto de los días de calor extremo en visitas de la población adulta de los Estados Unidos a departamentos de emergencias. En particular, los científicos responsables de este estudio evidenciaron como la ocurrencia de estos eventos afecta no solamente a los mayores sino también la salud de los adultos. El incremento de la temperatura es uno de los efectos del cambio climático más seguros y evidentes y podemos imaginar que los efectos de violentas olas de calor serán aún más grandes en un país como Guatemala, donde la población se encuentra ya ahora en condiciones de alta vulnerabilidad a causa de los altos tasos de desnutrición crónica. Como Carlota Monroy declaró a la BBC en su entrevista: “El problema básico es que mucha de nuestra gente está desnutrida, y cuando la gente está desnutrida los problemas inmunológicos son más fuertes”.
Al mismo tiempo, otros efectos del cambio climático pueden agravar el riesgo de deslizamientos y la inseguridad alimentaria y nutricional. Los violentos huracanes ya mencionados, así como los intensos períodos de escasez de agua de lluvia han provocado fuertes pérdidas económicas y ambientales y en algunos casos también de vidas humanas. En particular, Salvatore Pascale y sus colegas publicaron un artículo en la revista Climatic Change el 15 de octubre del 2021, en el cual demuestran como las recientes sequías del período 2015-2019 en el corredor seco centroamericano, aun siendo parte de la variabilidad climática natural, fueron probablemente exacerbadas por el cambio climático de origen humano. De acuerdo con un estudio de Nicholas Despky y Diego Pons de diciembre 2020 publicado en Environmental Research Letters, los autores predicen que para el futuro la probabilidad de sequías de este tipo incrementará sustancialmente, causando potencialmente enormes problemas para la salud de toda la población de Centroamérica y en particular para los más de 10 millones de personas que viven en la región del corredor seco.
En Guatemala, juntos al personal del MSPAS, colaboran instituciones como la Cruz Roja Guatemalteca, la academia, la cooperación internacional y el INSIVUMEH trabajan para incluir temas de cambio climático en los planes estratégicos del Ministerios de Salud. En los nuevos compromisos del país en frente a la adaptación al cambio climático presentados a la COP26 de Glasgow, se evidenciaron hitos y objetivos concretos para incluir el cambio climático en los planes y en las actividades del Ministerio de Salud, a través de capacitaciones del personal del Ministerios en temas de cambio climático, de la creación de alianzas interinstitucionales y del fortalecimiento de programas de investigación. Sin embargo, los compromisos sin implementación non son suficientes. Solamente si las instituciones actuaran rápidamente aplicando estas medidas para la prevención de los impactos en la salud humana del cambio climático, se podrá llegar a resultados útiles para la vida y la salud de millones de personas ahora altamente vulnerables al cambio climático.