Los miedos que se pierden estando presa
Por Emma Gómez
“Volví a nacer. Tengo un nuevo mundo por redescubrir y estoy aceptando que el tiempo no se puede recuperar, pero es un nuevo inicio. La vida cambia después de estar 690 días encarcelada.”
Palabras poderosas con las que respondió Virginia Laparra al preguntarle cómo estaba después de recuperar su libertad.
Lilian Virginia Laparra Rivas, de 44 años, es conocida como la exfiscal anticorrupción, trabajó para el Ministerio Público (MP) por 16 años y fue jefa de la Fiscalía Especial contra la Impunidad (FECI). Estuvo tras las rejas por casi dos años. Fue detenida la tarde del 23 de febrero de 2022 cuando salía del edificio del MP en la zona 7 de Xela. “Lo que no pudieron robarme fue mi sonrisa y mis ganas de luchar” afirma. Al escucharla, es inimaginable todo lo que vivió estando presa. Su fuerza y determinación no reflejan los días y noches de angustia, tristeza, incertidumbre y crueldad que vivió en un cuarto de tres metros cuadrados con una puerta de metal corrediza y una ventada de 20 por 30 centímetros, donde apenas se podría reflejar un poco de claridad; porque lo narra con tanta naturalidad que es imposible creer todos los abusos que vivió. Es una mujer muy alegre, risueña y convencida de que la justicia en algún momento tiene que llegar si los que manejan el sistema hacen bien su trabajo.
“Estando en la cárcel, me preguntaba por qué en la universidad no me dieron los mismos códigos con los que manejaban mis procesos. Es como que, si los jueces usaban otras leyes para juzgarme”, reprochó, porque los delitos que le imputaron tenían arresto domiciliario, pero en varias ocasiones se lo negaron.
Gran parte de la familia Laparra son profesionales del derecho y, a pesar de que veían muchas inconsistencias en los casos, tenían certeza en un Estado de derecho y que el sistema de justicia funciona si las personas que se designan a los cargos lo hacen de forma correcta. “Quién soy yo, sino soy capaz de creer en lo que yo hacía. El sistema y la justicia deben cumplir. Soy abogada y creo en el respeto de los Derechos Humanos. Resistí. Soporté”
Laparra tiene dos procesos en su contra. En el primer caso, ya fue condenada por el delito de abuso de autoridad en forma continuada, por acusar al entonces juez Lesther Castellanos, quien ahora es Relator de la Oficina de Prevención contra la Tortura. Y el segundo delito que se le imputó estando ya detenida en octubre de 2022 fue el de revelación de información confidencial o reservada, por aparentemente divulgar detalles de procesos penales que se encontraban bajo reserva, este juicio está atrasado por casi un año.
En ambos expedientes el denunciante es Castellanos y, como ocurrió en el primer proceso, en el segundo también se establecieron como querellantes el abogado Omar Barrios y Ricardo Méndez Ruiz Falla, presidente de la Fundación Contra el Terrorismo.
La represión y la criminalización fueron tan absurdas, incluso el día de la detención se montó un show con decenas de patrullas de la Policía Nacional Civil, se montó un gran operativo cuando se podía hacer una citación al juzgado por el tipo de delito. “Pero ni por grandes delincuentes o corruptos hacen ese tipo de detenciones”, refiere.
“Que se pudra en la cárcel
Solo tenía una hora para salir a tomar el sol. “Estuve 23 horas en las sombras, en esos minutos limpiaba alrededor de mi celda y caminaba un poco”. Asegura que sus verdugos querían verla destruida, emocional, física y socialmente. Repetían constantemente “que se pudra en la cárcel”. Contaba los días, pero cada vez se veía más hundida en la oscuridad. Hubo un tiempo en que pensó que no soportaría la presión; tanto familiar, profesional y personal. “Me hice amiga de mis emociones, las controlé para sobrellevar los días. Me conocí todo ese tiempo”. Había momentos en que lloraba, pero limpiaba sus lágrimas con el agua fría de la regadera. “Me organicé porque sabía que de no hacerlo me volvería loca. Esos pequeños detalles me ayudaron a sobrevivir”, recuerda. Todo lo que ha vivido puede hacer que cualquiera pueda perder el juicio.
“Estuve en la prisión de máxima seguridad de Guatemala, soy muy peligrosa”- se ríe-. Al describir el lugar, dice que, esos espacios, esa área de bartolina, son usados para una serie de castigos, y nadie podía pasar ahí por más de tres días. Ahí mandaban a otros presos para que cumplieran algún tipo de castigo tras romper las reglas, pero a Virginia la retuvieron ahí por muchos meses. “Estaba privada de libertad en las peores condiciones. Con todas las reglas de castigo; encierro absoluto, no tener comida, no tener agua, no hablar con nadie, ni guardias, ni otro reo, nadie que pasara por mi celda, no podía ni siquiera voltearme a ver, ni recibir visitas. Si todos esos esfuerzos a granel no eran para desaparecerme del mapa, ¿entonces no sé qué es?”, dijo. Estuvo presa en las peores condiciones. Ahora en esa misma bartolina está preso José Rubén Zamora, exdirector de El Periódico.
Durante su encierro logró escribir sobre lo que pasaba. Una hoja en blanco y un lapicero fueron aliados para expresar sus emociones. Justo cuando logró escribir su primera carta, tuvo la visita del entonces Procurador de los Derechos Humanos, Jordán Rodas, (ahora está en el exilio). Él llegó a ver las condiciones en las que Laparra estaba encerrada; fue entonces cuando se empezaron a divulgar esas condiciones.
“Por si pasa…”
Durante la entrevista, sus ojos se nublaban con lágrimas cada vez que le llegaba un recuerdo de todas esas escenas que había vivido desde el día de su detención. Pero asegura que la criminalización, acoso y persecución venían desde el 2018. Ya tenía noción de que en cualquier momento podría ir presa, ya había escuchado rumores que tenía una orden de captura, pero nunca imaginó que fueran tan difíciles.
Es madre de dos niñas y cada vez que recuerda cómo fue la separación, le caen unas lágrimas por la mejía. Se queda callada por unos segundos, toma aire y retoma la plática. “Fue muy difícil para mí no pasar cumpleaños y fiestas con mis hijas”, lamenta.
Las difamaciones, acusaciones y hostigamiento eran a través de las redes sociales. No había nada que temer, pero en una computadora tenía una carpeta llamada “Por si pasa”. Ahí tenía instrucciones a seguir si algún día era capturada. “Nadie está preparado para ir presa, pero por todo lo que se especulaba, ya había hablado de eso con mi familia. Tengo una familia maravillosa, amorosa, que durante todo este tiempo me cobijó, me comprendió, que nunca me señaló ni me reclamó, unas hijas espectaculares que, a pesar de todo lo sufrido, lograron seguir su vida: continuar sin mamá, salir adelante y no solamente seguir sino lo hicieron con mucha valentía y sobre todo con mucha excelencia. Yo me siento supremamente orgullosa de ellas”.
El peor día del encierro
Otro episodio difícil que ha logrado sobrellevar Laparra fue la detención de una de sus abogadas, Claudia González. Ese día en particular, Virginia cuenta que, desde que se despertó en la mañana, escuchaba que algo pasaba, pero que no tenía claro por qué todos estaban asombrados de la captura de una abogada. Los espacios son muy pequeños, así que en ese lugar se escuchaba todo lo que pasaba, cuenta.
“Eran días infinitos, pero ese día en particular fue el peor”. Calla por unos minutos. Le cuesta un poco responder, pero al fin su memoria la traslada a ese día.
“Decían que capturaron a una abogada que visitó el lugar un fin de semana antes, y la única que había estado ahí era Claudia Me senté a la orilla del catre y mi mundo se fue por un precipicio. Por un momento me dije, estoy entendiendo mal, me quise tranquilizar, guardé la calma, pero mi corazón latía a mil por hora, era esa sensación de que algo está muy mal. Estaba en silencio cuando al fondo gritaron que tenía visita, y esa hora era poco inusual que alguien llegara conmigo. La puerta rechinó y se abrió. Se asomó mi otro abogado. Entonces vi la expresión y me abrazó…era una sensación cuando alguien muere”.
La voz se quiebra, Virginia recordó ese día como el día más trágico desde que inició su criminalización. Ahora, dos abogadas que denuncian injusticias en el país estaban presas. Gonzáles pasó 82 días en la cárcel, también en condiciones de aislamiento.
“Todo lo que hacía mi equipo de abogados le incomodaba a los jueces, incluso el sonido del teclado de las computadoras de mi defensa les molestaba, pero a las otras personas que estaban en las salas, que hacían lo mismo, no se les decía nada. Creo que había códigos y leyes solo aplicables a este caso, y era la represión”, dice.
Y así transcurrieron los días para Virginia, sobreviviendo a las torturas y a esas experiencias tan agresivas porque su proceso no iba a ninguna parte, la justicia era inexistente. En el proceso que tenía en su contra en Quetzaltenango obtuvo medida sustitutiva pero no podía salir porque en la capital tenía otro; por este segundo caso, por fin logró salir con medidas, saliendo libre en enero de este año. Ahora debe presentarse a firmar cada semana en el Ministerio Público.
Virginia ha logrado luchar contra este sistema de justicia burocrático, represivo y corrupto. Ha sido apoyada por organizaciones de sociedad civil; local e internacionalmente. La exfiscal ahora es reconocida por la lucha contra la impunidad, fue perseguida por haber denunciado a un juez corrupto, pero asegura que ese es el precio que debe pagar por hacer las cosas bien y que este sistema cambie. En la cárcel perdió días, noches y miedos. Ahora está más convencida de que las personas son quienes corrompen las leyes.
A un mes de recuperar su libertad, Virginia visitó nuestras oficinas para platicarnos sobre su lucha contra un sistema de justicia fallido.