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La lucha contra el patriarcado

Foto portada: Cristina Chiquin

Por Patricia Macías

 

‘Las mujeres estamos socializadas para ser enemigas, para no pactar. Cuando una mujer está encerrada en una casa y otra está encerrada en otra casa, la mitad de la sociedad está hipersegmentada. Esta hipersegmentación hace que las mujeres no nos podamos reunir, no nos podamos convocar, que no nos organicemos, que no ejerzamos nuestro papel político. Esta es una de las cuestiones fundamentales y del papel esencial que tienen las organizaciones de mujeres. Las organizaciones de mujeres son una respuesta comunitaria, social a la violencia endémica de género.’ Mercedes Hernández, activista, feminista y defensora de Derechos Humanos y presidenta de la Asociación de Mujeres de Guatemala AMG, explica así la importancia del apoyo y la solidaridad entre nosotras.

AMG es una asociación feminista activista con sede en Madrid, integrada desde sus inicios por mujeres guatemaltecas, refugiadas, desplazadas y migrantes que residían en España. Comenzaron a reunirse en 2006, ‘Cuando nos reuníamos era sobre todo en torno a la comida, porque es de las cosas que una extraña muchísimo, entonces en torno a los trueques de chiles pasa y chiles guaque y en torno al tráfico de rosa de jamaica o frijoles volteados, nos reuníamos a intentar pasarlo un poco mejor, porque todas veníamos con historias tremendas detrás.’ Historias de violencia que de una manera u otra las obligaron a dejar Guatemala.

Produce mucha rabia el hecho de saber que hay países como Guatemala donde el espacio público no nos pertenece y que nuestra vida en el espacio público no vale nada y en el espacio privado tampoco, y las estadísticas lo demuestran.

Sus primeras actividades como grupo se realizaban en torno a conversatorios feministas, un conjunto heterogéneo de guatemaltecas, desde estudiantes a amas de casa, con una preocupación en común: las madres, hermanas o amigas que dejaron en Guatemala. ‘Empezamos a hablar sobre todo de la violencia contra las mujeres y de lo terrible que se hacía ser mujer allá. Cuando salíamos acá por la noche, eso siempre era un revulsivo, porque volver de madrugada a tu casa, caminando tranquilamente por la calle es una sensación que no tiene precio, el dejar de tener que mirar atrás cuando una camina por la noche sola es una sensación incomparable. Produce mucha rabia el hecho de saber que hay países como Guatemala donde el espacio público no nos pertenece y que nuestra vida en el espacio público no vale nada y en el espacio privado tampoco, y las estadísticas lo demuestran.’

Desde que su línea de pensamiento feminista se hizo pública, la embajada guatemalteca en Madrid nunca las ha apoyado en sus actividades. La indiferencia inicial pasó a la declaración de total de ‘non gratas’ cuando en 2013 organizaron una protesta frente al ayuntamiento de Madrid contra Otto Pérez Molina, que recibía en ese momento las llaves de la capital española. Recibieron al entonces presidente de la República (ahora ex presidente, entre rejas por el escándalo de corrupción de ‘La Línea’) al grito de ¡genocida! y con carteles impresos de metralletas con frases como ‘Estas son las llaves de Pérez Molina.’

Mercedes Hernandez durante la protesta en Madrid contra Otto Perez Molina. Foto: Gabriel Pecot

Mercedes Hernandez durante la protesta en Madrid contra Otto Perez Molina. Foto: Gabriel Pecot

 

Trabajan a través de la estrategia de advocacy, que consiste en la creación de alianzas con el objetivo de crear discusiones en la esfera pública sobre temas específicos. En este caso concreto AMG trabaja por la prevención, sanción y erradicación de todas las formas de violencia contra las mujeres, denunciando y haciendo visibles los feminicidios perpetrados en Guatemala y en otros países latinoamericanos. Un trabajo de hormigas que obtiene resultados, como la celebración por siete años consecutivos de su curso anual sobre feminicidio, gracias a sus incansables voluntarias, colaboradoras y socias.

AMG y otras muchas organizaciones en Guatemala y por todo el mundo trabajan para denunciar el feminicidio. Un término relativamente nuevo que surgió de la traducción del concepto inglés femicide, el cual se refiere al homicidio evitable de mujeres por cuestiones vinculadas estrictamente al género. Incluye no solamente los casos que tienen que ver con la violencia física contra las mujeres, sino también todas aquellas otras cuestiones que atentan contra la moral y la salud de las mujeres como la falta o la deficiente asistencia médica para atender problemas sanitarios típicamente femeninos y que por tanto derivan en el aumento de la mortalidad de las mujeres y/o afectan gravemente su calidad de vida.

Es en el ámbito de la aplicación donde, por ejemplo vemos el reflejo de las asignaciones presupuestarias: no hay un sólo Estado en el mundo que sea justo, en materia de presupuestos públicos, con la magnitud de la violencia que las mujeres están enfrentando.

Guatemala aprobó una ley contra el feminicidio en 2008 que contempla penas de 25 a 50 años de prisión para quienes asesinen a mujeres sólo por el hecho de serlo y también tipifica como delitos los diferentes actos de violencia contra la mujer, violencia sexual, física, psicológica y económica. Una ley, que tiene ‘un enorme valor porque nombra adecuadamente la realidad. Es decir, responde a la necesidad de adecuar las normas. Sin embargo, hay otra parte que es la aplicación y es ahí donde siempre se falla: no hay ningún sistema de justicia que sea perfecto y el de Guatemala está entre los más imperfectos del mundo, a pesar de que ha habido algunos esfuerzos por mejorarlo. Es en el ámbito de la aplicación donde, por ejemplo vemos el reflejo de las asignaciones presupuestarias: no hay un sólo Estado en el mundo que sea justo, en materia de presupuestos públicos, con la magnitud de la violencia que las mujeres están enfrentando. Una de las razones es que, en general, la violencia contra las mujeres no se considera violencia política. Cuando las feministas hablamos de terrorismo machista no se entiende que estamos hablando de un sistema de poder que se perpetúa o intenta perpetuarse a través de la violencia. A ese sistema de poder lo llamamos patriarcado.’

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¿Qué sucede cuando las mujeres logran organizarse y crear redes de apoyo mutuo? Se logran derribar muros de silencio e impunidad como el que se está derribando estos días en Guatemala, desde el pasado 1 de febrero, cuando se inició el Juicio del caso Sepur Zarco, que busca juzgar las violaciones sexuales cometidas contra 15 mujeres indígenas q’eqchís en un destacamento militar ubicado entre Alta Verapaz e Izabal durante el año de 1982. Este destacamento era utilizado como “área de descanso y recreación” de los militares, durante los años más duros de la guerra.

Es el primer juicio de este tipo que se celebra en el país y por el que sus víctimas han tenido que esperar más de 35 años. El ex subteniente Esteelmer Francisco Reyes Girón y el ex comisionado militar Heriverto Valdez se sientan en el banquillo de los acusados, enfrentando delitos contra los deberes de la humanidad en su forma de violencia sexual, desaparición forzada y asesinato.

Una de las grandes sanaciones que la justicia puede proveer a estas mujeres mujeres mayas cristaliza en ese momento en que abandonan la condición de víctimas para convertirse en las supervivientes señalando a los perpetradores.

Mercedes Hernández lo tiene claro: ‘El hecho de que ellas estén sentadas frente a los perpetradores, en igualdad de condiciones, tiene un enorme valor material y simbólico. Una de las grandes sanaciones que la justicia puede proveer a estas mujeres mujeres mayas cristaliza en ese momento en que abandonan la condición de víctimas para convertirse en las supervivientes señalando a los perpetradores de aquellos crímenes que por su gravedad atentan contra la conciencia de la humanidad en su conjunto.’ Mujeres que demuestran una valentía admirable al compartir su sufrimiento y acusar a sus violadores en un juicio público, enfrentando no solo a sus atacantes, sino también a un sistema de poder arraigado, como es la institución militar.

Mujeres Maya Q’eqchí sobrevivientes de violencia sexual durante el enfrentamiento armado interno en el Tribunal “A” de Riesgo Mayor durante el veredicto del caso Zepur Zarco. Foto: Caroline Trutmann para PNUD Guatemala.

Mujeres Maya Q’eqchí sobrevivientes de violencia sexual durante el enfrentamiento armado interno en el Tribunal “A” de Riesgo Mayor durante el veredicto del caso Zepur Zarco. Foto: Caroline Trutmann para PNUD Guatemala.

‘Las mujeres estamos cambiando, las mujeres estamos reclamando la parte del mundo que por justicia nos corresponde y obviamente el patriarcado se remueve e intenta devolvernos a la domesticidad del ámbito privado y de las casas, a encerrarnos otra vez ahí para volver a hipersegmentarnos y que no hagamos vida política y obviamente lo hace a través de violencia. Entonces la violencia contra las mujeres también hay que entenderla como una reacción patriarcal a las nuevas mujeres.’, explica Mercedes.

La organización y la solidaridad femenina, ya sea en organizaciones como AMG o dentro de las comunidades entre vecinas o amigas, es el pilar sobre el que construimos una sociedad en la que ninguna niña o mujer, en cualquier parte del mundo, sufra exclusión y violencia por razón de su género.