Entramados amorosos
Por Juanita Rojas
“Estoy estremecida, he decidido amarte” Patria mi cuerpo. Carolina Escobar Sartí
Recorrer un país es recorrer el propio cuerpo. Andamos y nos descubrimos a nosotros mismos reflejados en el río de algún paisaje. Viajamos miradas empolvadas de alguna comunidad que son las mismas ciudades embriagadas de violencia que nos viajan en esa incapacidad para crear sendas amorosas desde donde abrazarnos. Decidir amar un país es un acto estremecedor, como recorrer mi cuerpo o tu cuerpo y sellar ese amor con la vida. Abrir las manos para soltar luciérnagas o atrevernos a llenarnos de las del otro.
Tres años después de haber comenzado el proceso de negociación de paz entre el gobierno colombiano y el grupo guerrillero Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia FARC en la Habana, parece que Colombia se encuentra cerca de la firma de los acuerdos que ya se especula será el próximo 23 de marzo. Pero ¿son los acuerdos una garantía para una paz duradera? La Paz, dice Boaventura de Sousa Santos, es un proceso exigente si se piensa desde la dignidad humana, es decir, no como una verdad consumada en un acuerdo, sino como la posibilidad de abrir un diálogo entre las diferentes formas de soñar y amar que nuestros cuerpos y patrias van creando y entrelazando.
Casi 30 años después de la firma del Acuerdo de Paz de Esquipulas II en el que 5 países de Centroamérica -incluida Guatemala- definieron un marco general de paz, la región no ha logrado cambios estructurales importantes. El aumento de los índices de pobreza, inequidad, corrupción, pero sobre todo de criminalidad y violencia, muestra que si bien el acuerdo de paz apoyó el tránsito de democracias representativas a participativas, no ha sido garantía para superar la violencia.
Pensar en la paz sin trabajar la equidad social, el respeto a los territorios y pueblos, la participación ciudadana, la trasparencia, la desmilitarización del alma colectiva y la articulación de imaginarios y prácticas de convivencia, es como poner una aguja en la mesa. Hace falta encontrar los hilos y empezar a tejer entramados amorosos desde las parejas, los hogares, las escuelas, las comunidades, y hacer un esfuerzo por articularlos. Y es que tanto en Guatemala como en Colombia ya contamos con experiencias de jóvenes, mujeres, familias y comunidades que tejen caminos de vida dignos desde sus propias concepciones de vida, dignidad y desarrollo.
“El proceso de paz no se acaba, sino más bien comienza de verdad con la firma del acuerdo”, dice Sergio Jaramillo, Alto Comisionado para la Paz de Colombia. Sus palabras parecen coincidir con las del poeta venezolano Eugenio Montejo, “ningún amor cabe en un cuerpo solamente”, es decir que la paz no cabe en un único acuerdo. Se necesitan muchos entramados amorosos encadenados y estremecedores nacidos del Estado, pero sobre todo de la gente. Entonces quizá podremos ya no sólo imaginar sino recorrer y dejar que nos recorran esos territorios desnudos regidos por caricias, murmullos y tactos que ya intuía Julio Cortázar.