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Colomba: Balas y Café

POR FREDY PASTOR

Nunca voy a olvidar la primera vez que visité Colomba Costa Cuca, Quetzaltenango. Era martes y llegué a eso de las diez de la mañana. En el camino, cerca del centro, una rockola a todo volumen animaba una cantina casi llena de jóvenes. La escena me impresionó, porque era martes y era muy de mañana. Cuando hablé con el técnico municipal a quien había ido a buscar le comenté de mi asombro. Hablamos del contexto, de lo peligroso que era la situación en el municipio. Me dijo de la presencia de pandillas en varias comunidades, de lo difícil que era para muchos jóvenes no ser reclutados y que incluso, estos grupos criminales habían amenazado con sabotear las elecciones pasadas. En son de broma y advertencia, dijo: “Acá la tradición es el sicariato, y las artesanías, las armas hechizas…”

Situado a cuarenta kilómetros de la cabecera municipal de Quetzaltenango, Colomba es uno de los municipios del área de la boca costa occidental. Famoso por su producción de café, también es conocido por ser uno de los municipios más peligrosos del departamento. Hace unas semanas, el 17 de septiembre, un suceso conmocionó a la comunidad y al país. Mientras recibía clases en el gimnasio municipal (porque su establecimiento se encontraba en remodelación), un estudiante de quince años fue atacado a balazos frente a todo el establecimiento. El atacante, otro adolescente integrante de una pandilla, salió corriendo y fue captado por cámaras de seguridad cercanas. Luego de 19 días de hospitalización, la víctima del atentado murió. ¿Cómo un municipio llega a tener niveles tan altos de violencia, donde un adolescente puede ser atacado a plena luz del día, frente a todos sus compañeros y profesores? Para responder esa pregunta, debemos de observar las condiciones de vida de la población.

En Colomba Costa Cuca (nombre completo del municipio) gran parte de la población se emplea en alguna de las 91 fincas de café del municipio, que representan más del 60% de la producción agrícola del lugar. Anteriormente estas fincas cafetaleras eran tierras comunitarias de poblaciones indígenas, quienes las cultivaban de manera colectiva. Sin embargo, bajo el pretexto de modernizar el Estado guatemalteco y brindar certeza jurídica, la Reforma Liberal de Justo Rufino Barrios en 1987 inició un sistema de registro de propiedades, que más bien fue una acción de privatización de las últimas tierras que quedaban en manos de las comunidades que poseían tierras y no contaban con los títulos correspondientes para justificar su propiedad. Durante el gobierno de Barrios, se implementó un sistema de subasta pública para que las comunidades pudieran registrar sus tierras, haciendo un pago de 500 pesos por caballería y así poder mantenerlas bajo su posesión. La mayoría de población indígena, siendo analfabeta y sin recursos, no pudo hacer nada ante este mecanismo y sus tierras fueron adjudicadas a finqueros, la mayoría, amigos y sub alternos de Justo Rufino Barrios, como el caso de Manuel Lisandro Barillas, quien se hizo de grandes extensiones en el área de Costa Cuca (Flores y Colomba) y El Palmar. Sin tierras cosechables, la población local tuvo que emplearse como jornaleros, cuando antes eran poseedores.

Las condiciones precarias y los bajos salarios en las fincas cafetaleras del municipio (persistentes aún en la actualidad) han creado un contexto donde la delincuencia se ha manifestado como una respuesta ante la explotación laboral. Las consecuencias del despojo de tierras comunitarias, siguen siendo visibles aún más de cien años después. No cabe duda que cuando a una comunidad se le arrebatan los medios de vida, se generarán respuestas ante la subsistencia, aunque estas sean violentas. Colomba, un municipio de gente trabajadora, pero sin las condiciones adecuadas para el desarrollo, es un claro ejemplo de ello.

Ojalá este hecho lamentable sea un llamado para tomar acciones por parte del Estado y puedan brindar oportunidades para mejorar las condiciones de vida de la población de este territorio.