La Discapacidad y la Lucha en la Inclusión Laboral
Por: Carol Ixtabalán
Mi nombre es Rony Daniel Leiva Sales, y tengo 30 años. Hace un par de años me dedicaba al periodismo y trabajé en varios medios de comunicación en Quetzaltenango. Mi vida cambió para siempre a raíz de un tumor cerebral que afectó los nervios de mi vista.
En Quetzaltenango, me dijeron que era muy riesgoso operarme y que tenía poca probabilidad de sobrevivir, por lo que me mandaron a la Ciudad de Guatemala. Día tras día, mi situación de salud se volvía más delicada, y en menos de un año, el daño de mi visión se hizo permanente: tenía aproximadamente tres meses para salvar el ojo derecho. Los médicos dijeron que ya había perdido el ojo izquierdo porque el tumor ya se había alimentado del nervio del ojo.
La operación no era nada fácil de realizar, yo no contaba con seguro social, ni prestaciones laborales, por lo que tuve que vender todo lo que tenía. Recuerdo muy bien que un 25 de noviembre, llegó el doctor y dijo: “la operación es riesgosa, tienes al menos 5 años, disfruta a tu familia. El dolor se controla con medicamento, no dolerá porque un día te vas a dormir…” Era muy complicado, pero tomé la decisión de operarme sabiendo que podía morir o quedar paralitico. Afortunadamente, todo salió bien y mi vista mejoró un poquito después de la operación.
Sin embargo, aunque no perdí la visión completamente, mi vida laboral ha sido difícil por esta discapacidad. Desde los 8 años trabajé con mi papá en enderezado y pintura, y luego me gradué de Mercadotecnia y Publicidad. Luego salí a buscar empleo y trabajé en el canal Rhemavisión, luego trabajé para el noticiero Telediario en el año 2012. También fui corresponsal del canal 3 de la televisión nacional. Mi último trabajo fue en el 2016, cuando laboraba para Telecable, siendo el director de un noticiero. Sin embargo, desde que empecé con la enfermedad y sus tratamientos, no he podido conseguir trabajo. Ahora gracias al programa Prociegos, me están enseñando computación para hacer redacción de forma distinta.
Mi familia ha estado todo el tiempo conmigo y me han apoyado en todo momento. En casa hubo muchos cambios, e incluso se construyó un baño en el tercer nivel para que yo lo tuviera cerca. Sin embargo, entre la depresión por el cambio en mi vida, me sentí inútil, me volví muy insoportable, odioso, agresivo, y me enojaba y gritaba. Si me tropezaba o botaba un vaso, hacía un drama; incluso pensé en quitarme la vida, pero Dios me hizo conciencia y ahí empezó mi motivación para estudiar y hacer otras cosas, como estudiar cocina, aunque me encantaría volver a trabajar en un medio de comunicación.
Desde mi experiencia, sé que la atención que se les brinda a las personas con discapacidad en Guatemala es escasa. Por ejemplo, el sistema de lectura Braille, no se percibe en los billetes; así mismo en las últimas elecciones, aunque se planeó contar con un sistema para que las personas no videntes votaran sin problemas, esto no funcionó bien del todo. En el mundo laboral, es muy complicado, las empresas hablan mucho de inclusión, pero no todas están abiertas a que las personas con discapacidad trabajen con ellos. Sin embargo, se reciben muestras de apoyo por algunas personas, por ejemplo, varios choferes de bus han sido considerados con mi situación, incluso más que las personas que conducen su propio vehículo. Un conductor por ejemplo me quebró una vez un bastón, y siempre es difícil transitar en los pasos a cebra.
Invito a los empresarios y otras entidades para que puedan contratar personas discapacitadas, las personas con discapacidad somos parte de la sociedad, y al igual que cualquiera tenemos obligaciones, responsabilidades y derechos. El hecho de que una persona no vea, no escuche o no pueda caminar, no significa que no pueda realizar un trabajo intelectual, físico o de otra índole, aunque lo hagamos de forma diferente. Les pido que tengan la apertura para dar una oportunidad, porque podemos demostrar las habilidades con las que contamos y también somos capaces de aprender nuevas cosas.
Termino diciendo que “una discapacidad no es una limitante real, una discapacidad es solo una muralla que quizá nos complique más el camino pero que no determina el éxito, sino que nos pone a prueba, nos demuestra de que estamos hechos realmente”.
Datos relevantes: El 10.2% de la población guatemalteca tiene algún tipo de discapacidad, es decir, cerca de 1.6 millones de personas. La prevalencia de discapacidad fue mayor en la región central 15.7%, noroccidente 14.9, nororiente 6.1%, suroriente 5.4%, suroccidente 10.4%. Una de cada tres familias vive al menos una persona con discapacidad y la condición de discapacidad incrementa con la edad, siendo así que el 5% de la niñez entre 2 a 17 años, posee alguna discapacidad. En los jóvenes y adultos de 18 a 49 años, la tendencia aumenta al 12% y en las personas mayores de 50 años, es el 26%.
Fuente: II Encuesta Nacional de Discapacidad (ENDIS 2016).
Si desea brindarle una oportunidad laboral a David, puede contactar a: revista@entremundos.org