CAFTA y el cambio climático agravan la desigualdad en Guatemala, pero los campesinos no se rinden
ARTÍCULO Y FOTOS POR RICHARD BROWN – EDITOR / ENTREMUNDOS
Ricardo Gómez es de Nueva Cajolá, una comunidad agrícola Maya cerca de la costa del Pacífico. Sus abuelos estaban entre los jornaleros Mam provenientes de Cajolá, Quetzaltenango, a quienes se les ordenó cavar el túnel de Santa María, en la carretera que va desde Xela a Reu, en la década de 1920. A cambio de su trabajo, se les otorgó una extensión de tierra fértil que les fue arrebatada al poco tiempo por un terrateniente blanco.
Con el tiempo, la comunidad acabó donde está ahora: en malas tierras, erosionadas por la producción intensiva de algodón. Sus parcelas están ahora rodeadas por inmensas plantaciones de caña que están acabando con los pozos de agua y secando los ríos. «El producto del campesinado ahorita la cañera ya lo exterminó», Gómez dijo. «Los arboles florean, pero sus frutos no maduran, salen manchadas, y se caen. Antes con esa fruta uno se iba al mercado, vendía y generaba un poco de ingreso… pero hoy de donde si no hay.»
«Estamos jodidos», dijo Catarino López. Explicó que el manto freático (el nivel de las aguas subterráneas) ha caído 10 metros en los últimos años en que la caña de azúcar se ha esparcido. En los ríos ya no encuentra los cangrejos, peces, camarones y otras especies acuáticas que sostenían las comunidades de la región.
Víctor Alvarado, coordinador regional de la Cruz Roja, explicó que varios años de severas sequías en la región han disminuido la lluvia y los cauces de los ríos, pero que las enormes plantaciones de palma africana y de caña de azúcar también han tenido efectos dramáticos, deforestando inmensas franjas de tierra y desviando o vaciando ríos enteros. Manifestó que «Los ríos ya no son los mismos porque las cañeras… han deforestado montañas [y] bosques para poder sembrar la caña de azúcar.» Además, dijo, por el riego intensivo con agua de los ríos, «Los ríos ya no llevan la misma cantidad de agua… afectando todos los agricultores. Por eso cuando no hay lluvia, las personas pierden cosechas.»
Hasta los autores de una guía de aves de Centroamérica describen como la fértil costa sur «ha sido cortada, quemada y convertida en su mayoría en un páramo agrícola, con pocos vestigios de su bosque natural.»
Esta destrucción ecológica significa que los ríos que hace tan solo dos décadas estaban llenos de peces, cangrejos y camarones, ya no son la fuente de sustento para los pequeños agricultores. El descenso del manto freático y el uso intensivo de pesticidas también han afectado a los árboles frutales de los que algunas familias dependen para complementar sus escasos ingresos.
La mayor parte de las tierras más fértiles en la costa sur esta controlada por el 2% de las fincas que poseen el 70% de la tierra cultivable en Guatemala. Ahora, con menos agua, sequías más frecuentes, menos cosechas y menores ingresos complementarios, es más fácil para las grandes empresas convencer a los pequeños agricultores de vender sus tierras.
Mientras tanto, los precios de los alimentos han ido en constante aumento, a medida que la tierra usada para cosechar alimentos para proveer a los mercados guatemaltecos, es ahora usada para plantar caña de azúcar y palma de aceite para exportación.
Desde la ratificación del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre la República Dominicana, Centroamérica y Estados Unidos de América (CAFTA, por sus siglas en inglés) por el gobierno de Guatemala en 2005, los finqueros han logrado mayores ganancias a través de la facilitación de la exportación de sus productos hacia EE.UU., en donde cumplen con las cuotas de biocombustibles establecidos principalmente para apoyar la industria del maíz estadounidense.
Una ley de EE.UU. aprobada en 2007 obliga a que cada año se añada más biocombustible a la reserva de gasolina de EE.UU. Esta ley estipula que en 2022, cerca del 25% de ese suministro, o 36 billones de galones, vendrá del maíz, la caña u otras plantas. El biocombustible de hoy viene en gran parte del maíz cosechado en EE.UU. Esta legislación legislación junto al CAFTA, han fomentado la proliferación de los cultivos de caña de azúcar y palma africana en varios países. En Guatemala, la tierra se ha concentrado más y los cultivos de exportación han reemplazado al cultivo de alimentos para consumo doméstico.
El verano pasado, la libra de tomates Roma alcanzó los Q8 (USD1.10, aprox.) en la Ciudad de Guatemala, más del 10% del salario diario promedio.
Los altos precios de los alimentos son responsables en parte por la persistente desnutrición en Guatemala. La mitad de los niños guatemaltecos menores de seis años sufre desnutrición crónica, lo que significa que no obtienen suficientes alimentos sanos para desarrollarse normalmente. Esto puede crear deficiencias en el crecimiento y el desarrollo cerebral. La tasa de la desnutrición crónica en Guatemala supera por mucho la de Corea del Norte (cerca del 30%), y año tras año pone a Guatemala junto a los cinco países con mayor desnutrición en el mundo, como Afganistán y Yemen, ambos zonas de guerra.
Los agricultores de Nueva Cajolá tienen la suerte de contar con un promedio de cuatro manzanas por familia. La mayoría cultiva maíz, como han hecho sus ancestros por miles de años. El maíz se desarrolló en el sur de México hace 9,000 años y se convirtió en el principal alimento en la dieta maya y otras muchas naciones indígenas. El nombre de Guatemala en varios idiomas mayas es Iximuleu, la tierra del maíz. La tradición maya cuenta que los dioses hicieron el hombre del maíz.
Algunas de las mismas fuerzas que están arrevatándoles el acceso al agua (cambio climático, estándares de biocombustibles, y el CAFTA) también están dañando el valor de sus cosechas.
El maíz se ha convertido también en la base de la dieta estadounidense, en parte porque EE.UU. da a los productores industriales de maíz billones de dólares al año en subsidios. CAFTA trajo a Guatemala un gran caudal de maíz industrial, subsidiado, y barato de EE.UU.
Los precios cayeron y los agricultores locales mayas ganan menos cada día por sus cosechas. En diciembre, los agricultores de Nueva Cajolá y otras comunidades cercanas bloquearon caminos para protestar por el bajo costo del maíz, que cayó hasta Q75-Q90 por quintal. «¿Y qué hicieron? Trajeron a todos esos antimotines», dijo Catarino López.
Para adaptarse, los agricultores de Nueva Cajolá ahora dedican una gran parte de sus tierras al cultivo de sésamo. Lo cultivan una vez al año, con la esperanza de una ganancia de Q4,000 a Q8,000 de sus cuatro manzanas. En marzo, el gobierno de Guatemala calculó el costo de la canasta básica de alimentos a Q3,534 al mes, y la canasta ampliada a Q8,160.
Rodeados por enormes plantaciones de caña de azúcar, hay pocas oportunidades de trabajo. La mayor parte del trabajo en las plantaciones de caña es estacional. Las fincas tienen pocas plazos y pagan poco, aproximadamente Q12 por tonelada de caña recogida. Trabajando con sus niños desde antes del amanecer hasta después del atardecer, un cortador de caña puede llegar a recolectar cinco toneladas al día, y ganar Q60.
Si los agricultores de Nueva Cajolá deciden irse de sus tierras, sus opciones se limitan a buscar trabajo informal en centros urbanos violentos, o migrar hacia EE.UU.
En muchos casos, éstas son las únicas opciones que tienen pequeños agricultores por todo el pais. Por eso, se están uniendo a grupos combativos de movilización campesina.
Los agricultores de Nueva Cajolá recientemente se unieron con uno de los más controvertidos: el Comité de Desarrollo Campesino (Codeca), que tiene presencia en casi toda Guatemala y que dice que cuenta con 25,000 socios activos que pagan cuotas anuales. Sus líderes son frecuentemente detenidos, sus miembros enfrentan intimidación y amenazas, y sus protestas son recibidas con violencia. En los últimos seis meses, dos de sus miembros fueron baleados por su activismo, y otro fue atropellado deliberadamente por un comerciante adinerado durante una protesta.
Las facturas de electricidad finalmente hicieron que los agricultores de Nueva Cajolá y sus familias se unieran a la organización. Antes, pagaban cerca de Q50 al mes. Ahora, las facturas a menudo alcanzan más de Q120.
No es una exageración cuando Elisia López dice que las familias necesitan escoger entre pagar la factura de la luz o la educación de sus hijos. A pesar de los riesgos, ella dice, «estamos luchando con Codeca todavía. Vamos a estar con Codeca para que nos alcance pues, para mantener la familia. Vamos a darles estudio a los patojos. Porque si no, no nos alcanza así, para andar manteniendo a la empresa de mucho pisto.»
Para evitar las facturas altas y forzar a Energuate, una distribuidora de electricidad israelí, a negociar, un grupo de agricultores de la comunidad decidió desconectar sus conexiones “oficiales” de las líneas eléctricas y conectarse ilegalmente a las mismas.
La empresa, que tiene un monopolio de distribución eléctrica en casi toda Guatemala, cortó su electricidad. Elisia López y su familia de cinco no han tenido electricidad por dos meses. «Ahora candelas estamos comprando», dijo.
No quieren electricidad gratuita. Catarino López explicó, «con Q50 estábamos de acuerdo. Q50 es normal. Pero llegó a Q150, llegó a Q200… ¿Ahora con qué mantenemos la familia? Tenemos hijos pequeños. Y hasta aquí le dije estoy en Codeca ahorita… Nos cortaron [la luz]. Pero la lucha sigue adelante. Yo sigo luchando.»
La comunidad está esperando reunirse con representantes de Energuate para negociar un bajada en los precios. De lo contrario, dicen, continuarán haciendo conexiones ilegales en las redes eléctricas, y CODECA continuará apoyando sus protestas.
Una factura de Energuate por Q122. Esta fue enviada a un residente de Nueva Cajolá por el mes de Noviembre, 2017, durante el cual él usó 69 kilowatts hora de electricidad, suficientes para encender cinco bombillas de 100 watt durante cuatro horas al día. El residente debe un total de Q1,148.
Codeca busca la re-nacionalización de la distribución eléctrica, la cual fue privatizada en los 90 y ha estado controlada por dos empresas privadas desde entonces. Una es Energuate, comprada por el conglomerado español Unión Fenosa, y en 2011 vendida al fondo de inversión británico Actis Capital, quienes a su vez la vendieron en 2017 al conglomerado israelí I.C. Power.
La otra es Eegsa, perteneciente a la Empresa Pública Medellín (EPM), una empresa pública cuyo dueño es la Ciudad de Medellín en Colombia. EPM es famosa por impulsar el “Milagro de Medellín”, una revitalización sumamente exitosa de la ciudad. La presigiosa Wharton School de Negocios, de la Universidad de Pennsylvania, Escuela Wharton escribió que EPM:
…ha financiado grandes proyectos a lo largo de la ciudad, incluido el Planetario, el Jardín Botánico, el Museo del Agua, un museo interactivo para niños, bibliotecas, parques urbanos, y el Parque Arví de 16,000 hectáreas en las afueras de la ciudad. También opera el Fondo EPM para la Educación Superior, el cual beneficia a más de 3,000 estudiantes al año de Medellín y Antioquia.
CODECA cita a la EPM como un modelo de distribución eléctrica de propiedad pública. Menos un detalle: sus programas sociales son financiadas en parte por los cientos de millones de dólares que le han generado sus operaciones en Guatemala, provenientes de guatemaltecos como los de Nueva Cajolá.
En diciembre, después de un juicio de un año, dos líderes de CODECA fueron absueltos de delitos como actividades contra la seguridad interna de la nación, intento de estafa, y otros. Tanto Energuate como Eegsa presentaron los cargos. Uno de los acusados, Edvin Amado Sánchez, le contó a EntreMundos fuera de la corte: «Es curioso que una empresa pública nos esté persiguiendo por intentar hacer que la distribución de energía sea pública.»
Ricardo Gómez resume la determinación de los agricultores de hacer justicia por si mismos:
¿Qué futuro hay para nuestros niños? ¿Qué les vamos a dejar? Si tenemos problemas para vivir ahorita, ¿cómo van a vivir dentro de 10, 15 años?
Se ha tratado de hablar con gobernación, se ha tratado de hacer denuncias, y el estado no toma cartas en el asunto, porque es gente pobre como nosotros los que la hace
¿Qué va a hacer la gente? No se va a comer entre ellos mismos; van a tener que buscar una solución. Y estamos a tiempo. Por eso, está la organización campesina CODECA. Está viendo, mediando, está buscando cómo el pueblo de Guatemala se organice para que pueda defender sus derechos.
Es la única manera. No tenemos esperanza ni del presidente, ni del congreso, ni los jueces, ninguno de estos hace nada por el campesinado. Todos estos están a favor a los ricos.
Desde hace 500 años nos han explotado… [Pero] a cada día estamos más fuertes. Ya no se soporta todas estas injusticias.