La Gran Crisis de Liberia
Por Blake Nelson —
La fiebre empezó a desaparecer el pasado octubre, cuando pasé una semana en Liberia, aún considerada el epicentro del brote de ébola. Ya podías ver en ese momento como pequeñas acciones de mucha gente buena ayudaban a reducir el número de casos de ébola en Liberia hasta, mientras escribo, cinco.
Fuera del país, no parecía así; Liberia aún sufría muchos casos de ébola , los militares estadounidenses construyeron nuevas Unidades de Tratamiento del Ébola (ETU por sus siglas en inglés) y los liberianos que podían se fueron. La semana que estuve allí, Godfrey Orymen, un especialista en sanamiento de agua del Cuerpo Médico Internacional mencionó que el número de pacientes en su ETU estaba disminuyendo. Las calles, me dijeron, solían estar llenas de cadáveres. Ahora no había ninguno.
Habían muchas razones para ello. Además de los ETU, una campaña de relaciones públicas del gobierno liberiano cubrió la capital con murales y cárteles detallando los síntomas de la enfermedad y lo que necesitas hacer si tienes alguno. Leerlos podría ser desconcertante, ya que muchos (diarrea o fatiga) son muy comunes. Pero era tranquilizador ver a los ciudadanos encargándose de las estaciones de control de temperatura o lavado de manos esparcidas por la ciudad, de las ambulancias improvisadas y de los centros de atención primaria o información. Sin duda ya habían escuchado las charlas apocalípticas, pero aun así por muchas razones habían decidido que el brote podría ser vencido a través de pequeñas acciones con calma y valentía.
“La crisis del ébola se venció gracias a ciudadanos ordinarios que ocuparon las primeras líneas de acción a pesar de los riesgos y dudas.”
Durante mi viaje conduje a través de West Point, una comunidad pobre que se volvió famosa el año pasado cuando protestó contra la cuarentena impuesta por el gobierno. Si el ébola pudiera haber diezmado a una comunidad entera, hubiera sido esta; pequeñas calles repletas de gente, atravesadas por un mar de tejados de zinc. Al final, con la excepción de una joven, lo notable en esta comunidad no es la enfermedad, sino la salud. Casi tan notable como las jarras de lavado de manos enfrente de casi cada casa, preparadas por la ONG inglesa Oxfam. Estas jarras no eran nada especial, llenas solo de agua y quizá algo de cloro. Pero el impacto de un poco de higiene (el jabón mata al virus del ébola) se vio en los miles volviendo al trabajo. O a buscar trabajo. La tasa de desempleo en el sector formal Liberiano es aproximadamente del 85%, superado solo por Nauru y Zimbabue (Como en Guatemala, los empleos informales dominan la economía). Una década después de la guerra civil en Liberia, la crisis económica persiste.
El futuro no parece más esperanzador. Oxfam presentó recientemente un estudio que muestra que menos de 100 personas controlan la misma cantidad de dinero ($1.9 trillones) que los más pobre,s 3.5 trillones de personas. En el lenguaje de Occupy Wall Street, el 1% está a punto de controlar tanta riqueza como el 99%.
Esta desigualdad golpea especialmente fuerte a los países en desarrollo, causando la ‘fuga de cerebros,’ la migración de los más educados del país siguiendo el dinero concentrado en cada vez menos manos y países. La gente que dejó Liberia por la guerra y el ébola se llevaron consigo dinero, experiencia y educación, difícilmente reemplazables.
Por eso, puede que el futuro dependa de liberianos como James Williams. Nacido en Monrovia, él emigró a Ghana donde recibió una buena educación. James podría trabajar en cualquier corporación en cualquier país. Pero mucho antes de que el ébola golpeara a su país, regresó a Liberia para trabajar con la ONG Mujeres saludables, Liberia saludable, y ahora ayuda a dirigir un ETU con otra organización. Cuando le pregunté porque volvió a Liberia cuando tenía opciones más seguras, me contestó, ‘Podría morir por algo, o morir no preocupándome por nada.’
La historia nos contará que la crisis del ébola se venció gracias a ciudadanos ordinarios que ocuparon las primeras líneas de acción a pesar de los riesgos y dudas. Esperemos que su ejemplo inspire a más gente a tomar la elección de James.
Blake Nelson es escritor y documentalista freelance. Para ver más de su trabajo, visita: blakecnelson.com.
Liberia’s Bigger Crisis
By Blake Nelson —
The fever began to break last October, when I spent a week in Liberia, still considered the epicenter of the Ebola outbreak. You could already see that small actions by a lot of good people were helping to reduce the number of Liberian Ebola cases to, as of this writing, five.
You couldn’t tell outside the country; Liberia still had plenty of Ebola cases, the U.S. military was building new Ebola Treatment Units (ETU’s), and Liberians who could afford it were leaving. But there were signs of improvement. The week I was there, Godfrey Oryem, a clean water specialist with International Medical Corps mentioned that the number of patients at their ETU was dropping. The streets, people told me, used to have corpses. Now there were none.
There were many reasons why. Besides the ETU’s, a public relations campaign spearheaded by the Liberian government covered the capital in murals, billboards and signs detailing Ebola’s symptoms, and what to do if you had any. Reading them could be unnerving, since so many (fatigue, diarrhea) are so common. But reassuring were the citizens who manned the temperature-check and hand-washing stations throughout the city, the improvised ambulances and the first-aid and information centers. No doubt they had heard all the doomsday talk, but for a variety of reasons had decided enough small gestures of calm and courage could defeat the outbreak.
During my stay I drove through West Point, an impoverished community that became famous last year when it protested a government-imposed quarantine. If Ebola were to decimate an entire town, it would be this one; people are jammed together on tiny roads that crisscross a sea of tin roofs. Yet with the exception of one listless young woman, the most noticeable feature wasn’t the sick but the healthy. Almost as noticeable were the hand-washing jugs in front of almost every house, provided by the British charity Oxfam. The jugs were nothing special, filled only with water and perhaps a little chorine. But the impact of just a little sanitation (the Ebola virus itself can be killed by soap) could be seen in the thousands back to work.
Or looking for work. Liberia’s formal-sector unemployment rate is around 85%, exceeded only by Nauru’s and Zimbabwe’s. (As in Guatemala, informal employment dominates the economy.) A decade after Liberia’s civil war ended, this economic crisis remains and the future doesn’t look much better. Oxfam, the charity mentioned earlier, recently made headlines with a study showing that less than 100 people control the same amount of wealth ($1.9 trillion) as the poorest 3.5 billion people. In the language of Occupy Wall Street, the 99% are about to split the world’s wealth with the 1% down the middle.
This disparity hits developing countries particularly hard, leading to ‘brain drain,’ the migration of a country’s best and brightest as they follow the money being concentrated in ever fewer hands in ever fewer places. The people who fled Liberia because of war and Ebola took money, experience, and education with them that will not be easily replaced.
Which is why the future may rest with Liberians like James Williams. Born in Monrovia, Liberia, he migrated to Ghana where he got a good education. James could work for any number of corporations in any number of countries. But long before Ebola hit his home, he returned to Liberia to work for a non-profit called Healthy Women, Healthy Liberia, and now helps run an ETU with another non-profit. When I asked why he returned to Liberia when there are safer options available, he told me, ‘I either die for something, or die not caring about things.’
History books will tell us the Ebola crisis was beaten by the ordinary citizens who manned the front lines in the face of risk and uncertainty. Let’s hope that their example inspires more people to make James’ choice.
Blake Nelson is a freelance writer and filmmaker. See more: blakecnelson.com.