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La educación válida y el escenario comunitario

Por Sasil Sánchez Chan

En estos días de pandemia, en los que el COVID-19 hizo evidente las múltiples debilidades que las organizaciones políticas denominadas Estado/Nación traen consigo, sobresalió uno de los temas que desde siempre ha generado debate, no sólo entre instancias oficiales, sino también entre los principales ejecutores y receptores: la educación formal.

Como modelo de formación, la educación básica, se integra por diferentes niveles que van ascendiendo de acuerdo a las etapas cognitivas y aprendizajes que, al final, responde a un proceso sistémico validado por instituciones educativas y es considerado como oficial para demostrar el nivel académico adquirido que, a su vez, da la posibilidad de ascender cada vez a otros niveles.

Aprender desde el modelo sistemático de la educación básica formal, es una forma de reproducción perpetua de la colonización, pues, al final, este sólo es otro eje de la discriminación interseccional por la que los Pueblos Indígenas están atravesados y, en ese sentido, no hay petición sino exigencia de una garantía al derecho a la educación basado en conocimientos que hasta ahora no se han implementado en los modelos de aprendizaje.

Si bien, existe la Dirección General de Educación Indígena como el medio oficial para garantizar la educación de los Pueblos Indígenas en el territorio mexicano, ésta se ha visto limitada en cuanto a su método de operar desde sus inicios, hace 42 años. Si fuera diferente, el derecho o garantía a la educación de los Pueblos Indígenas no se vería afectado severamente, incluyendo estos tiempos complejos como el que estamos atravesando.

A razón de la pandemia, una de las primeras instituciones en entrar en confinamiento en Yucatán, México, fue justamente la educación básica en todos sus niveles, limitando la metodología presencial. Así, se fueron dibujando otras líneas de acción y nuevas formas de impartir la educación bajo dos premisas principales: desde casa y a través de la tecnología.

Esta nueva metodología de enseñanza sacó a flote otras problemáticas que los pueblos mayas -y también los demás pueblos coexistentes en el territorio mexicano- ya enfrentaban con o sin pandemia. El rezago y la deficiencia de un sistema que, desde sus inicios, nos implantó la idea de que la educación tenía que suceder únicamente en las aulas, se reafirmó a través de guías, métodos y conocimientos occidentalizados y colonizados que, a su vez, terminaron convenciendo a todos los agentes que convergen en el territorio mexicano que los modelos, conocimientos y sabiduría de los Pueblos Indígenas no podían ser parte de esa educación formal en el aula.

La modalidad en casa, como adaptación emergente a la situación de confinamiento, requirió no sólo tener acceso a aparatos tecnológicos como computadoras, celulares e internet de buena calidad -que por ende exige de igual forma instalación y recepción de señal alámbrica o inalámbrica de WiFi o redes móviles disponibles, sino que también necesariamente exigió que, de antemano, los educandos, o cuando menos los padres o tutores, tuvieran conocimientos suficientes para usarlos y emplearlos a como les fue solicitado por los docentes. Ahora bien, pensando en comunidades mayas, en donde no llega siquiera la red móvil o donde las familias no tienen posibilidades de tener una computadora o un celular de tecnología avanzada ¿cuál fue la opción?

Muchos niños dejaron de tener clases por falta de recursos tanto tecnológicos como comunicativos. Esta situación me ha llevado a pensar en replantear cómo se hubiera enfrentado la situación de confinamiento en las comunidades si la educación germinara, operara y se gestara desde otro escenario: partiendo de lo comunitario, la autonomía y el conocimiento maya. ¿Cuáles hubieran sido los requerimientos? ¿qué herramientas hubieran funcionado? ¿cuáles serían los temas y ejes de aprendizaje aún ante la contingencia sanitaria?

Debe pensarse en un modelo educativo que no requiera clases de cultura o de lengua maya, si no que sea una reproducción de dichos conocimientos y plantear materias que nazcan de la observación de lo natural, del conocimiento ancestral, de la práctica directa, de la filosofía natural de cada pueblo, de la percepción del mundo de cada cultura. Esto implicaría, desde luego, otro tipo de figuras y temáticas educativas: el jmeen (los sabios y hacedores de conocimiento), los yerbateros, las parteras, los hueseros, las cocineras, los milperos, los músicos, las artesanas, las sabias de la oralidad, los escritores, las actrices, entre otros.

Basarse en un modelo comunitario, no significaría excluir completamente los temas de aprendizaje planteados en el sistema actual, pues el conocimiento se adquiere a través de muchas formas y prácticas y la alfabetización por medio de libros y aulas, es solo uno de los medios para hacerlo. Un modelo comunitario implicaría un plan integral que tuviera una remarcada tendencia hacia el conocimiento maya; considerando, desde el primer momento, que el código de comunicación sería el idioma materno de cada pueblo. En el caso de Yucatán sería el idioma Maya, pues de esta manera se garantizaría la perennidad del idioma, que también es amenazada por la baja o nula transmisión a las nuevas generaciones; además debe contarse con docentes hablantes del maya, para obtener resultados más efectivos.

Reflexionar en la posibilidad de estructurar modelos comunitarios de aprendizaje que incluyan personas y actores principales de las comunidades mayas, no solamente generaría una perpetuidad de conocimiento, sino que también implicaría una re-significación de la identidad, el posicionamiento de los pueblos, la auto-validación y una pincelada de autonomía frente al mundo.

La consideración de este escenario parte de la idea de que es necesario repensar los parámetros que se han impuesto para hacer válido un conocimiento, una maestra o una escuela. ¿Cómo poder hacer una escuela sin cuatro paredes? La libertad de crear el aprendizaje desde otros contextos es viable siempre y cuando existan mentes abiertas a forjar esas posibilidades.

Remover las fibras que por años han tejido lazos fuertes de discriminación y rezago sobre los pueblos mayas se pinta gris cuando los únicos medios de aprendizaje en función no permiten otros elementos que vayan más allá del conocimiento validado por sistemas que no contemplan nuestra sabiduría. Al final, no son traducciones las que se necesitan, tampoco espacios inclusivos o escuelas del medio Indígena, porque es un derecho y una exigencia que haya una escuela maya con conocimiento, planta docente y educación maya.

—Sasil Sánchez Chan es editora en la sección de lengua maya de la revista literaria Al Pie de la Letra, editada por la Escuela de Humanidades de la Universidad Modelo, en Yucatán; además es Coordinadora del proyecto de lectura y alfabetización bilingüe (maya/español) SOLYLUNA desarrollado en comunidades de Yucatán y editora de K’iintsil, contraportada editada en lengua maya del periódico peninsular La Jornada Maya.