VOCES ENTERRADAS: La lucha de los líderes y defensores en Honduras
Karen Recarte
Las luchas de líderes Indígenas de los pueblos hondureños de un país multiétnico, multicultural y multilingüe formado por cuatro etnias: mestizos o blancos, Indígenas (Lencas, Misquitos, Tolupanes, Chortis, Pech o Payas, Tawahkas), los garífunas y los criollo- anglohablantes, han sido corrientes de sangre a través de los años, bajo el mando del capitalismo. La desaparición y denuncias de hermanos que han sido callados con la muerte son ecos silenciosos al oído de instituciones que se suponía debían ser entes donde se ampara la justicia, pero solo son eslabones para detener el canto del pueblo que sufre en el olvido.
Más de 120 asesinatos de ecologistas han sido registrados a partir del 2010, las plantaciones de aceite de palma, las minas y las presas han sido sus tumbas a través de los años bajo el manto de la corrupción del gobierno. La sangre de mártires como LESBIA JANETH URQUÍA URQUÍA, BERTA CÁCERES y NELSON GARCÍA, entre cientos de asesinados más, parece quedar en el olvido al ser silenciados, los gritos de los pueblos refugiados quedan entre matas de maíz, plantas de café y cultivos de frijoles.
En las plantaciones, entre las montañas y sierras de Honduras se tejen sueños y se desbordan esperanzas. Cuando las voces se escapan de las fincas y los reclamos traspasan los valles, llega la mano de la corrupción empalmando el arma que hará desaparecer a todo aquel que denuncie al corrupto, al destructor de mundos, al infame que acaba con la dignidad y la esperanza de justicia. Los derechos humanos no se respetan, los activistas Indígenas son amenazados, perseguidos y finalmente asesinados, ante la mirada impotente de las organizaciones defensoras de los derechos humanos.
El gobierno está matando a este país, y el duelo incrementa ante el recién y vil desaparecimiento de nuestros hermanos garífunas Milton Joel Martínez Álvarez, Suany Aparicio Mejía, Alder Santana Thomas y “La Mamba”; el gobierno es cómplice del secuestro de nuestros hermanos que seguramente se sumaron a los demás luchadores de los derechos de los pueblos, cuyas vidas fueron arrancadas por mandato de quienes tratan de callarlos.
La ONU ha sido testigo también de los cientos de asesinatos de los defensores de los Pueblos Indígenas, pero las peticiones al gobierno para aclararlos han sido solo escritos vacíos con palabras nulas y sin procedimiento. Los Indígenas siguen siendo masacrados, viven bajo el ataque y hostigamiento, nadie garantiza su protección, sus tierras y recursos naturales siguen siendo arrebatados. Ante este escenario muchos de ellos han tenido que huir de sus pueblos, lo que hace que Honduras sea considerado actualmente uno de los países más peligrosos para los defensores del medioambiente y de la tierra.
Las múltiples violaciones a derechos humanos que sufren las y los defensores de los Pueblos Indígenas, así como la criminalización, las amenazas de muerte y los recientes asesinatos que han sufrido los miembros del pueblo Tolupán en la defensa de sus tierras, han desatado el temor de los pueblos, pero también el repudio, debido al exterminio de los Indígenas por parte de los capitalistas, decididos a hacer lo que tengan que hacer para continuar con asesinatos que desde años siguen aumentando en los diferentes pueblos que claman justicia.
El genocidio y destierro se ha expandido en los últimos 10 años, la destrucción de los pueblos Indígenas parece haber sido adoptada por el actual gobierno como una política de nación, imponiendo el poder imperialista de extracción de recursos. El gobierno parece no reconocer la existencia de los Pueblos Indígenas, quienes viven en situaciones precarias, pero exigen una vida digna.
Así mismo, el gobierno se ha vuelto experto en incumplir los acuerdos pactados con las comunidades Indígenas. Por otra parte, las alternativas de estos pueblos para su subsistencia cada vez son más reducidas, pareciera que a nadie le importa lo que pasa en el país, no hay un sistema real que apoye a los Pueblos Indígenas a profundizar en el conflicto, a buscar una solución necesaria que garantice su seguridad y sostenibilidad económica.
Para estos pueblos, Honduras es un lugar sin oportunidades, no hay presencia del Estado, son masacrados por los intereses de una narco dictadura y no tienen ninguna oportunidad para garantizar su supervivencia bajo un régimen genocida. Los regímenes autoritarios condenan a estos pueblos a una situación de marginalización y pobreza. A este cuadro se agrega la militarización de las zonas, así como las disputas agrarias que contribuyen a la agudización de la violencia.
El actual gobierno construyó su poder mediante la creación de una red de amistades, deudas, favores y amenazas que le han permitido manejar la justicia que se ha vuelto injusticia, el control político ha llegado a crear diferencias entre caciques culturales, demostrando que la conservación del poder no se logra con apoyo y consenso popular y colectivo, sino con “temor, imposición y fuerza”. En estas circunstancias se rompe el vínculo delegando poder al opresor y debilitando más aun al oprimido.
En consecuencia, los actos de explotación forestal de los recursos naturales, las agresiones, la impunidad generada por la falta de esclarecimiento de delitos cometidos por la elite que gobierna el país, seguirán siendo una historia de líderes que perdieron sus vidas en una violenta historia de antagonismos y ocuparon un lugar más entre las voces enterradas en el silencio de sus tumbas.
La precaria situación de los protestantes que, bajo el temblor de sus voces, claman justicia, fracasará ante un ente gubernamental que ampara la violencia y maneja la opinión pública si no se toman hoy medidas para frenar con esta situación. Parece como si los Pueblos Indígenas estuvieran solos contra los poderes del Estado, que son cómplices de los pactos para continuar esclavizándolos y haciéndolos víctimas de las ansias de riqueza y poder. Parece imparable la destrucción de la cultura y recursos naturales que proveen a los pueblos su medio de vida. Los héroes que han sido callados, serán honrados y recordados, pero sin acciones concretas nada impedirá que los gritos sigan surgiendo de entre las milpas y las chozas de aquellos que defienden sus derechos.
Es urgente priorizar y respetar los derechos de los Pueblos Indígenas y apoyar a las poblaciones que viven en la marginalidad y el aislamiento social. Honduras se ha convertido en una bóveda de corrupción política y un sepulcro para quienes se revelan al sistema, y ha sido ignorada por aquellas instituciones internacionales de derechos humanos: Transparencia Internacional, Amnistía Internacional, Defensor del Pueblo, Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Human Rights Watch, Human Rights Without Frontiers (HRWF), Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), Organización Internacional del Trabajo (OIT).
¿Dónde está el pronunciamiento de estas organizaciones cuyo objetivo es lograr la cooperación internacional en la solución de los problemas de carácter económico, social, cultural o humanitario y en el desarrollo y estímulo del respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales de todos? Esperamos apoyo de ellos, quienes deben ser las voces que transmitan al mundo el dolor de nuestros pueblos, los lamentos de los niños huérfanos y el grito de nuestra madre tierra cuyos recursos naturales son acabados y con ellos, nuestra gente que lucha por sobrevivir.
–Karen Recarte es Indígena Lenca y vive en Comayagua, Honduras. Se desempeña como asesora técnica en desarrollo de proyectos rurales. Es capacitadora en organización, administración de recursos naturales y gestión productiva para diferentes Pueblos Indígenas.
Foto de portada: Karen Recarte