No te asustes… ¡organízate!
Comunidades resilientes frente a los impactos del monocultivo de banano y palma en la Costa Suroccidental
Por: Diana Pastor, Editora de EntreMundos
Recientemente, tuve la oportunidad de hacer una visita a comunidades en los municipios de Coatepeque en el departamento de Quetzaltenango y la Blanca, en el departamento de San Marcos, acompañando a una delegación sueca de ActionAid. El área en donde se encuentran estas comunidades es conocida por sus tierras fértiles y riqueza hídrica, las cuales se ha convertido también en su mayor desafío, pues a sus alrededores se encuentran grandes plantaciones de monocultivos agro industriales de banano y palma africana que han acaparado estos recursos. Sin embargo, ante éste y otros problemas que las comunidades enfrentan, su organización y nuevas prácticas de vida significan su resistencia ante un ambiente donde las condiciones de vida parecerían apostar en contra de su sobrevivencia.
Anteriormente, EntreMundos ha escrito algunos reportajes sobre los problemas causados por estas plantaciones. En “La lucha por el agua en la Costa Sur” escrito por Mathew Burnett Stuart y en “Crisis de agua y monocultivos en la costa sur de Guatemala” por Sergio de León, en donde explican las principales problemáticas que las comunidades enfrentan, entre las cuales se mencionan: 1. La enorme cantidad de agua que las compañías utilizan en sus plantaciones y que obtienen mediante el uso directo o la desviación de los ríos 2. la contaminación del agua con sustancias tóxicas que se utilizan en las plantaciones y 3. la drástica disminución de las tierras disponibles para los pequeños agricultores y sus cultivos tradicionales, lo que pone en grave riesgo su seguridad alimentaria.
Dar a conocer la problemática que viven las comunidades es importante, pero también es importante contar cómo ellos están enfrentando las consecuencias ambientales, económicas y sociales causadas no sólo por los monocultivos de banano y palma sino también por el cambio climático. Las actividades que se implementan en estos lugares no han surgido de la noche a la mañana; son el resultado de un largo y arduo proceso impulsado por el Comité de Unidad Campesina CUC, con el apoyo de organizaciones como Action Aid. Aquí les comentamos algunas de las acciones concretas que estas comunidades están realizando y que las están convirtiendo en ejemplos emergentes de resiliencia ante los efectos del cambio climático y el impacto del apropiación del agua por parte de los monocultivos.
Denuncia del robo de agua
La comunidad de Carrizales, en La Blanca, sabe muy bien que cuando viene el verano, vienen con él los problemas. Durante la estación seca, las empresas exportadoras de banano desvían el río construyendo una barrera (quineles) que les permite retener el agua para sus plantaciones. Mediante una exposición fotográfica, uno de los líderes comunitarios nos explica cómo el río Pacayá se va secando poco a poco por la extracción de agua, mientras habla enérgicamente sobre los problemas que –evidentemente-, causa la falta de agua a la comunidad. Además de ello, el bajo nivel de agua en el rio está causando salinización en sus desembocaduras, perdiendo así la calidad de la tierra.
Más tarde, nos invita a visitar el río para observar con nuestros propios ojos lo que queda de éste: un espacio fangoso que en diez días -asegura-, estará completamente seco. Líderes comunitarios como él, se han organizado de manera amplia y conjunta para denunciar este desastre. “La gente debe saber y conocer lo que está pasando en la comunidad; no nos están robando sólo el agua, nos están robando nuestra vida” comenta. La batalla legal es muy importante para estas comunidades, pero es todo un reto porque los pasos que se dan son muy pequeños, y los privilegios que amparan a estas compañías son muy grandes; sin embargo, informar a otros sobre lo que pasa, desde las voces de quienes viven la problemática, ya es todo un logro.
Un albergue y una comisión de gestión de riesgo
En la aldea las Morenas, de la Blanca, las inundaciones provocadas por las intensas lluvias y el exceso de agua que las compañías arrojan al río desde sus plantaciones en el invierno, afectan y dañan sus viviendas y cultivos. Sin embargo, gracias a su organización y el apoyo de ActionAid, en Las Morenas se construyó un centro comunitario que les permite a los pobladores refugiarse de las inundaciones. Además de eso, una comisión de gestión de riesgos a nivel comunitario se capacita con frecuencia para mantener informada a la población sobre las acciones a tomar en casos de emergencia. Integrantes de la Comisión, explican que cuentan con un plan de alerta que les permite atender emergencias y evitar desastres; sin embargo, el equipo con el que cuentan debe ser mejorado.
Fertilizantes e insecticidas orgánicos
En esta misma comunidad, los pobladores han comenzado a utilizar fertilizantes e insecticidas caseros y orgánicos reemplazando los fertilizantes e insecticidas comerciales. Durante la visita, encontramos a mujeres y hombres de la comunidad preparando uno de los insecticidas compuesto por chile, ajo, cebolla, aguardiente y otros componentes que son muy eficaces para el control de insectos y plagas en los cultivos. Con ello, la comunidad ahorra dinero porque los productos que elaboran son más baratos que los comerciales, y al mismo tiempo, consumen alimentos más saludables. En la comunidad muchas personas están conscientes de los peligros que generan el usar insecticidas y fertilizantes industriales, pues ellos mismos han visto cómo los niños que aún se bañan en el río presentan problemas en la piel, debido a que el agua arrastra los agroquímicos que se utilizan en las plantaciones, los cuales son muy nocivos para la salud.
Huertos familiares e introducción de alimentos
Otro de los problemas causados por la concentración de la propiedad de la tierra es la reducción de terreno para cultivos tradicionalmente elementales para la subsistencia de las familias, como lo son el maíz y el frijol. En años anteriores podían alquilar espacios para sembrar estos productos y abastecer así a sus familias; no obstante, hoy, casi toda el área está llena de cultivos de palma y banano, por lo que ya no queda espacio para las siembras que anteriormente realizaban. A esta situación hay que agregar las largas sequias y la alteración de las lluvias como efecto del cambio climático, tanto hombres y mujeres productores comentan: “ahora ya no se sabe ni cuándo sembrar, porque el clima ha cambiado mucho”.
Antes estas situaciones comunidades como El Palmar y Chiquirines, han implementado soluciones para contrarrestar esta problemática, a través del establecimiento de huertos familiares y la introducción de nuevos cultivos para diversificar la alimentación en sus hogares. Ya sea en porciones medianas o pequeñas de terreno, los huertos familiares les permiten tener diferentes tipos de alimentos para consumo familiar, y en ocasiones, cuando hay excedente, pueden ganar un poco de dinero con la venta de los mismos. Los huertos familiares permiten que las familias que no cuentan con tanto maíz y frijol puedan disponer de otros alimentos de buena calidad, e incluso variar y enriquecer su dieta con otros alimentos nuevos que contienen sustancias altamente nutritivas, como el amaranto; el cual ha tenido mucha aceptación entre las familias por sus sabor y facilidad para cultivar. Con apoyo de Forum Syd y Actionaid de Suecia y Guatemala, así como de la Fundación Lotex de Suiza estas comunidades son ejemplo de resiliencia organizada en la región de la costa suroccidental del país.
*Agradecemos a Patricia Castillo de ActionAid Guatemala por su apoyo en la elaboración de este reportaje.
Foto de portada: Un lider comunitario muestra en fotografías los daños ambientales causados en su comunidad por los monocultivos de banano. Foto: Magnus Nordgren.