El Cambio Climático y Nuestra Dinámica de Agricultura y Cuidado del Bosque
Por: Ajkej tezulutlan (Melvin Picón)
Ya hace un buen tiempo acá, nosotros en el monte, en la parcela de la casa hemos escuchado hablar del cambio climático –sí, ese tema que nos cuesta entender y del que casi no platicábamos anteriormente- y el cual sólo escuchábamos en la radio o en la prensa que llegaba de vez en cuando a nuestra comunidad. Nos habíamos enterado un poco de él también en talleres que recibíamos con alguna institución, pero pensábamos: “bueno, a nosotros en nuestra comunidad, no nos afecta este problema”.
Sin embargo, aunque pareciera un problema lejano y aislado, el cambio climático ya es una realidad en Guatemala, y está presente en el territorio Maya Q’eqchi’. Desde mi infancia hasta estos tiempos, he observado cómo los ciclos y distribución de lluvias anuales se han alterado hasta llegar al extremo de periodos secos de hasta veinte días, y las lluvias también se han vuelto tormentosas, a diferencia de las anteriores. Recuerdo que, en el pasado, se daba un fenómeno llamado Mus Mus Hab’ que significa precisamente “lluvia permanente pero suave”. Hoy, los cambios de temperatura son evidentes: hace treinta años, nuestro clima era templado y era muy raro que hubiera días calurosos, pero ahora, incluso en época de frío, podemos experimentarlos.
Un día escuchando la radio, me enteré de que hay países en donde no ha llovido durante meses y otros en donde las lluvias han incrementado tanto los ríos que han inundado los pueblos y comunidades, perdiendo así las cosechas. Eso me hizo recordar la plática con mi hermano camino a la parcela, acerca de lo difícil que fue el año pasado en la comunidad. Pasaron varios meses y la lluvia no cayó después haber sembrado, nuestra milpa no creció y en algunas parcelas en las que logró crecer, se murió. Aparte de esto, el río estuvo seco y fue difícil tener agua en la casa; el café, el cardamomo, el cacao y los arboles de naranja dieron poca flor y además la mayoría de ellas se cayó, por lo que casi no se logró fruto. No hubo lluvia e hizo mucho calor, lo cual fue una alerta para nosotros al darnos cuenta de que no tendríamos cosecha. Mi hermano decía ¡qué duro nos tocará! ¡no habrá cosecha de maíz y no tendremos cosecha para vender y comprar comida! ¿Qué será de nosotros y nuestra familia? nos preguntamos.
Esas preguntas, parecen no tener respuesta. Las políticas estatales, lejos de mitigar y reducir los efectos del cambio climático en Guatemala, prefieren centrarse en la inversión de mega proyectos en nuestra región. La lluvia vino al fin después de tanta espera, pero unos días después, fue tan fuerte que nuestro río, que estaba casi seco, llegó a tener tanta agua que creció y creció, se salió de su curso normal y se desvió hasta nuestras parcelas. La tierra se inundó y nuestra siembra se perdió otra vez, la milpa que apenas estaba creciendo quedo bajo el agua y murió. Al gobierno, poco le importan los desastres naturales como estas inundaciones y sequías. Se justifican gastos millonarios para implementar medidas paliativas contra el cambio climático, muchas de las cuales son maniobras ocultas de corrupción.
Nosotros hemos cuidado y mantenido nuestras tierras durante muchos años, pero el cambio climático está manifestando fuertes efectos. Estamos preocupados por nuestras cosechas, y hacemos el esfuerzo de continuar; por ello, mi hermano y yo hemos vuelto a sembrar, como muchas otras familias. Por si fuera poco, el cambio climático no es lo único que nos ha afectado. La legislación en materia ambiental y conservacionista en Guatemala es excluyente: en el caso de las áreas protegidas se desconoce a las comunidades Indígenas como sujetos de administración de tierras y biodiversidad bajo protección.
Paradójicamente, aunque grandes áreas del territorio Q’eqchi’ han sido declaradas áreas protegidas por el Gobierno, éstas no cuentan con protección y asistencia estatal para su cuidado, lo que las hace vulnerables a despojos por terratenientes y empresas extractivas, hidroeléctricas e industrias forestales. Nosotros hacemos lo que podemos, pero no contamos con los permisos para cuidar como antes. Hace poco, tuvimos una asamblea comunitaria en donde un abuelo manifestó: “ahora si se cae un árbol ahí en la montaña no podemos ni siquiera usarlo para leña porque está prohibido”.
Debido a los cambios extremos de clima, se han incrementado las enfermedades en la comunidad. Esto fue confirmado por el promotor de salud durante la asamblea, quien mencionó que este último año, hubo más personas que se enfermaron de dengue y malaria, y que los niños padecieron de enfermedades gastrointestinales, además de surgir otras enfermedades que antes no conocíamos en la comunidad. La comadrona comunitaria afirmó que cada vez es más difícil encontrar plantas medicinales; además, ahora que la montaña es área protegida, ya no se puede entrar a buscar y cortar nuestras plantas medicinales.
Nuestras prácticas ancestrales espirituales también nos han sido privadas. Ya no podemos ir hablar con el espíritu del cerro y llevarle su ofrenda porque es un área protegida. Lo lamentable de la situación, es que estas tierras pertenecían a nosotros los Q’eqchíes, e hicimos caso al gobierno firmando la escritura donde entregamos las tierras de la montaña, con la esperanza de que ellos la cuidaran mejor. Sin embargo, nada pasó y ahora están en el abandono, así que aún somos nosotros los que hacemos ronda para que no se propaguen los incendios, y para que no entren personas a cazar animales y talar árboles. ¿Dónde están los trabajadores del gobierno?
Nuestro alcalde comunitario, nos dijo que las oficinas de quienes están encargados de estas áreas protegidas, ven por medio de satélite cuando hay un incendio o están cortando árboles. Eso causó risa entre todos los asistentes de la asamblea. Algunos exclamaron… ¡qué gobierno más tonto! Los ancianos y ancianas dijeron a la comunidad: Creemos que es momento de tomar otras medidas, nosotros siempre hemos cuidado la montaña desde hace muchos años, y por eso aún quedan árboles, animales y plantas medicinales. En la montaña, los ríos no se quedan sin agua, esa agua que nos hace falta en nuestras cosechas en tiempo de verano.
Nuestros territorios aún conservan vastas áreas de bosque nuboso y sub tropical, por lo que es posible desarrollar mecanismos de conservación, protección y recuperación del ecosistema. Sin embargo, sin una política local y nacional adecuada que reconozca a las comunidades como sujetas de administración de tierras y biodiversidad, no hay mucha esperanza. Por ello, un primer paso para salvar nuestro entorno y mejorar nuestra situación de cosechas, es el establecimiento de legislación que reconozca y proteja a las comunidades que ejercen gobernanza sobre áreas conservadas. Necesitamos que respeten el trabajo que hemos realizado y que aún seguimos realizando.
El Pueblo Maya Q’eqch’i posee conocimientos invaluables como otros Pueblos Indígenas para luchar contra el cambio climático. Si nos dejan participar, no sólo salvaremos nuestras cosechas y nuestras familias, sino nuestros estilos de vida ancestrales, contribuyendo así a preservar la tierra.
Melvin Picón (Maya Q’eqchi’) es de Chicoyoguito, Cobán, Alta Verapaz, Guatemala y forma parte del Consejo de Pueblos de Tezulutlán – CPT Manuel Tot.