Deconstruyendo lo Renovable
Diana Pastor
Recientemente, leí un interesante artículo en el portal SciDev.Net sobre ciencia y tecnología para el desarrollo global. El artículo, titulado “Las hidroeléctricas ¿califican como energía renovable? menciona que cuando la generación de energía hidroeléctrica pasa de ser una necesidad a ser una mercancía a negociar y con un impacto masivo sobre el ecosistema local, es necesario preguntarse si debería gozar del calificativo de “renovable”. Esto, me llevó a pensar en lo que se nos está diciendo y estamos entendiendo sobre este concepto, y sobre el hecho de que no basta pensar que la mejor energía es aquella fuente inagotable para su utilización.
Al igual que con la energía hidráulica, nuevas alternativas de energía limpian también pueden presentar consecuencias negativas, de no introducirse mediante procesos bien planificados. Por ejemplo, un estudio demostró que, en California (un estado pionero de Estados Unidos en la generación de energía solar) varias de las plantas solares se ubicaron en áreas que no eran idóneas para ello, por tratarse de ambientes naturales. No es lo mismo, colocar plantas de energía solar en lugares donde aún existen ecosistemas naturales que, sobre las terrazas de edificios, por ejemplo, pues éstas son áreas ya intervenidas por el ser humano.
Buscando más información en el tema, descubrí que Alemania está teniendo problemas también con la generación de electricidad. Hasta hace unos años, este país había tenido un gran éxito con la producción de energía eólica, pero luego comenzó a estancarse con la construcción de nuevas plantas de molinos de viento. En el portal de tecnología Xataka, Javier Jiménez, menciona en un artículo, “Alemania era el paraíso de le energía eólica…hasta que los alemanes empezaron a odiar los molinos de viento”. Las razones van desde las molestias por el ruido hacia poblaciones cercanas, hasta la estética del paisaje.
Es un hecho que la generación de energía va a tener impactos. Sin embargo, existe la posibilidad de que, mediante la organización y la búsqueda de soluciones en conjunto se generen alternativas para disminuirlos. Un punto de partida, es tomar consciencia y respetar lo renovable. Esto, significa que debemos dejar la visión estrecha de que podemos utilizar indiscriminadamente recursos “ilimitados” de la naturaleza, sólo porque éstos se encuentran en abundancia. Por ello, lo renovable debe asociarse a la eficiencia que es, básicamente en energía, el ahorro en el consumo de la misma. Utilizar menos energía, nos llevará a construir menos plantas energéticas.
Lo segundo, es que lo renovable debe ir de la mano con lo sostenible. No se puede pensar en energía y desarrollo si satisfacer la demanda actual de electricidad compromete de gran manera los recursos y posibilidades de vida, tanto de las presentes como de las futuras generaciones humanas, así como de los animales y plantas. La creación de energía debe pensarse desde el crecimiento económico, pero también desde el cuidado del medio ambiente y el bienestar social. Por eso, la creación de muchas pequeñas centrales en lugar de pocas pero muy grandes, es clave para este punto, pues éstas tienen impactos menos nocivos.
Finalmente -y mencioné ya anteriormente- la generación de energía tendrá impactos, sí; pero eso no significa que no se pueda trabajar para la restauración de los ecosistemas dañados. Por ello, una consciente responsabilidad social y ambiental de quienes producen energía, debe estar presente en todo momento; no como caridad, sino como un compromiso y obligación derivado de su actividad económica. Y muy importante, esta responsabilidad social debe ser incluyente con los consumidores, para que éstos pasen del papel pasivo de solamente pagar su factura al final de mes, a dar a conocer sus inquietudes y contribuir con posibles soluciones para que se mejore la calidad de vida de todas las personas y no sólo de unas pocas.